Todo
aquello era extraño. Andrea corría en dirección a la puerta exclusa con el
único pensamiento de conocer el estado de Santos. Los pensamientos se
enmarañaban en su mente chocando unos con otros, realizando las más tremendas
cábalas sobre el destino de su compañero e impacientándose a cada paso que daba
sin poder determinar qué había sucedido. Se sentía inútil y aquello la
enfurecía.
-- Andrea, algo te persigue -- la
voz amplificada de Rooks se manifestó a través del auricular instalado en el
casco de la tripulante. Aquello hizo que parara en seco y se girara con la
rapidez de un tiburón tigre.
-- Rooks, no veo nada.
Las interferencias se hicieron
dueñas de la comunicación y apenas lograba distinguir las palabras que
articulaba su compañero.
-- …Cerca … metros … orre …
¡corre!
Las
luces que se adosaban a los laterales de la estructura del pasillo comenzaron a
extinguirse en una procesión hacia la posición de Andrea. Sin pensarlo dos
veces comenzó a correr en dirección al punto de partida de la expedición. El
traje era pesado pero aliviaba la carga la ayuda del exoesqueleto. En un
instante la carrera se había convertido en una maratón por no caer en la
oscuridad, que lo invadía todo. Una estampida por la supervivencia.
Con la soltura de una gimnasta
deportiva saltó pasando la puerta de bloqueo que separaba las secciones,
creadas para un posible aislamiento de zonas. En la caída golpeó el botón de
emergencia que accionaba el sistema y una puerta de guillotina cayó aislando el
pasillo de la derecha.
La respiración acalorada empezaba
a empañar el cristal del casco de Andrea y le impedía parte de la visión. Ante
ella, la puerta comenzó a ser golpeada y a deformarse como una delgada chapa,
cuando en realidad tenía casi medio metro de grosor.
¿Qué cosa tenía semejante fuerza,
cómo para deformar un portón de acero con esa sección?
La estructura del portón comenzó
a agrietarse castigada por la fuerza desatada por aquella cosa que se situaba
al otro lado. De los desperfectos comenzó a brotar agua a presión, como si del
otro lado el pasillo estuviera completamente inundado y los golpes cesaron.
-- ¿Andrea, te encuentras bien?--
la familiaridad del tono amigo de Luccio tranquilizó a la mujer, que poco a
poco se recuperaba del susto.
-- ¡Joder! La puerta de
emergencia está destrozada.
-- Es imposible, esas puertas
tienen medio metro de espesor.
-- Algo la ha golpeado con mucha
fuerza y ahora no para de salir agua de las grietas.
-- ¿Agua?
-- Sí, parece que se ha inundado
el pasillo de la derecha.
-- ¡Imposible! La carga vital de
agua no se encuentra en ese pasillo -- desveló Rooks.
-- Sincronízate con la cámara de
mi casco y lo verás.
-- Estoy sincronizado Andrea. Veo
la puerta y está intacta.
¿Qué
estaba pasando? Andrea observaba que la puerta estaba agrietada y deformada.
Las fugas de agua mojaban su traje y podía sentir la presión que ejercían al
golpearla.
No lo entendía, no estaba loca y
aquello era real, tan real como palpar su propio cuerpo.
-- Os aseguro que la puerta está
dañada.
-- Andrea, vemos la puerta en
perfectas condiciones. Puede que tengas un shock -- Luccio se mostraba muy
preocupado.
-- Luccio no me jodas. Se
perfectamente lo que veo, no estoy en shock.
De
repente, un sonido ensordecedor comenzó a invadir la estancia y el portón
empezó a deformarse en un baile inverso. Las fugas desaparecieron y las grietas
se restauraban, como en un truco de magia. En pocos segundos la puerta se mostraba
intacta y se abrió con lentitud hasta dejar a la vista el largo pasillo
iluminado.
A unos diez metros una figura
ataviada con un traje de atmosfera esperaba inmóvil, con la posición pétrea que
precede a la estampida. Piernas semi-flexionadas y brazos tensados formando
casi un ángulo de noventa.
En la identificación del pecho se
distinguía un nombre: Santos.
--
¡Maldición Santos! ¿Cómo has llegado ahí?
Pero no articulaba ninguna palabra,
sólo esperaba, en una posición cauta. El interior del casco era una negrura
espesa que no dejaba ver su rostro, pareciera que la oscuridad intentara absorber
lo que había fuera pero lo impedía el cristal.
-- ¿Estás bien??
Andrea tenía miedo. No ese miedo
que te infunde lo desconocido, lo imaginario. Este miedo se manifestaba en
todas aquellas cosas que ella temía perder. Santos había sido un padre para
ella en el transcurso de infinidad de misiones, su pérdida le aterraba.
Aunque allí se mostraba rígido,
inmóvil con la sobriedad que solía manifestar en muchas ocasiones pero distinto.
Ese cambio es lo que acrecentada su miedo. Aquel hombre no era Santos.
Apartó
la mirada, porque aquella imagen le resultaba tan repugnante para su mente que
decidió no fijar su atención en aquel cascaron. Sólo un segundo y al volver a
mirar, Santos ya no estaba.
Era una locura, jugaban con su
mente, con su realidad y acrecentaba sus inseguridades, miedos y debilidades.
Se levantó con decisión para
proseguir con la misión encomendada por su comandante, consiguió apartar sus
emociones para dedicarse en pleno a su cometido.
Santos le había enseñado bien,
podía apartar sus mierdas para centrar toda la atención en el trabajo. Suspiró
y se giró para seguir la travesía de búsqueda.
Allí
estaba, a escasos dos palmos de su rostro. Santos.
-- Yo lo he visto, no sabéis cuan
atractiva es su influencia. La verdad, sólo hay que aceptar la verdad.
Sus ojos eran una negrura
infinita, no se distinguían su color marrón. Una intensa mirada que atravesaba
el alma y la dejaba desnuda.
La carcasa de Santos golpeó a
Andrea con levedad pero se desprendió del suelo como sí un bloque de acero de
varias toneladas la golpeara arrojándola contra las paredes. El impacto le
partió varias costillas y poco a poco se desvanecía hasta quedar inconsciente.
-- Tú no eres Santos -- Balbuceó antes
de quedar inmersa en el mundo de Morfeo.
®Juanjo Reinoso
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