A Adrián le gusta ver los peces danzar por el
riachuelo mientras chapotea la superficie con cualquier rama que ha encontrado
en los alrededores. Es un niño peculiar, poco hablador, introvertido y con esa
mirada de señor mayor que sabe observar en lo más profundo de las miserias
humanas.
No es ese alumno
popular en la escuela. A veces, debe defenderse de las acusaciones más viles de sus compañeros, que lo ven más como un
objetivo a abatir que a un amigo al que ayudar. No le tiembla la mano a la hora
de dar una paliza a quien sea.
Quizá, vivir en la
montaña, a una hora en coche del núcleo urbano más cercano, no ayude. No tiene
hermanos y sus padres lo protegen como una valiosa pieza de cristal de bohemia
que está a punto de quebrarse por la más leve brisa que circunda los
alrededores.
Hace tiempo que tiene
conversaciones con su abuela. Largos monólogos en la que ella escucha pero
nunca aconseja. Adrián la aprecia pero nunca quiere salir a tomar el aire con
él y prefiere descansar en la mecedora de la salita de estar, junto a la
cocina.
Su madre, sin embargo,
lo regaña cada vez que lo encuentra junto a ella. Adrián se excusa en no
dejarla sola, necesita compañía. Pero
sólo recibe malas palabras y algún azote de su madre acompañada de la misma
frase mientras cierra con llave la puerta de la salita.
- La abuela Sofía murió
hace cuatro años.
Pero horas después
vuelve a encontrar la puerta abierta, los lamentos de su abuela y el crujir de
la madera de la mecedora.
Hace tiempo que siente un vacío en su alma, aunque no
es esa clase de hueco que necesita ser rellenado con hechos o atenciones.
Adrián se siente incompleto y no sabe cómo llenar esa desazón que lo acompaña
día y noche.
Sólo recibe consuelo
cuando está con su abuela y le explica lo que ha sucedido en el día: el beso de
esa chica que desea pero nunca llega, el maltrato recibido por los populares de
su clase y que acabó en empujones y patadas, la belleza en la mirada de la
profesora de matemáticas, la fascinación que siente por ver heridas y el brotar
de la sangre…
Con bastante asiduidad,
más en los últimos meses, sale a pasear cerca de la casa junto al riachuelo.
Allí encuentra pequeños escarabajos a los que arranca la cabeza; le divierte
ver como al separarla del cuerpo queda un hilo blanquecino.
Pero Adrián quiere más,
experimentó un gran placer al descuartizar el primer ratón que capturó, junto
al gallinero. Estaba atrapado entre la tela metálica que configuraba la puerta
improvisada. Chilló varias veces, intentado morder sus dedos, pero al sacar sus
tripas, todo se silenció, siendo la más bella melodía que había experimentado.
Adrián entonces, tuvo su primer orgasmo. Lavó su ropa interior impregnada de una
sustancia blanca y pegajosa con aquel olor fuerte característico que en ese momento desconocía como había llegado allí.
Después fueron animales
más grandes, comadrejas, gallinas, gatos, perros. Adrián no podía parar,
aquello le hacía sentir vivo, completo.
Observó que aquellos
animales volvían y correteaban junto al lugar donde los había descuartizado.
Le agradaba más su nuevo aspecto volátil, ligero y atractivo.
Se acostumbró a ellos,
aunque nadie más los veía saltar a su alrededor. Aquello le hacía sentir
especial.
Lourdes era esa muchacha de melena rubia y aspecto
angelical. Adrián había estado enamorado de ella desde que iban a parvulario
pero nunca se había atrevido a decirle nada. Ya tenía doce años y experimentaba
el desarrollo hormonal típico en las muchachas de su edad.
Adrián, como muchos
otros niños, se había dado cuenta de ello y no dejaban de observar, no sólo a
Lourdes, sino a todas las niñas de la misma edad que comenzaban a desarrollar
sus atributos.
Pero para él, Lourdes
era especial. Bella y perfecta.
La siguió durante
meses, aprendiendo de memoria los caminos y atajos que tomaba para ir a casa, convenciendo a sus padres de recogerlo unas horas más tarde.
Lourdes fue asesinada el 24 de octubre de 1994, en el
claro boscoso que había entre su barrio y una urbanización en construcción
cerca del colegio.
Había recibido un gran
golpe en la cabeza, que seguramente fue la causa de la muerte, pero se encontró
desmembrada. Aquello había sido un asesinato premeditado y no pudieron
encontrar al culpable.
Adrián la visitaba a
diario después de aquello, seguía vistiendo su traje de colegio y deambulaba
sin destino alrededor de la explanada, que cada año iba perdiendo más árboles.
En el 1999 sólo quedaba
un gran claro y Adrián podía ver de lejos a Lourdes, con su traje de colegiala
y sus doce años. No había cambiado nada.
Hablaba con ella, le
contaba todas sus batallas de chaval adolescente, ella observaba y callaba.
Pará él aquello simbolizaba la felicidad.
En enero de 2001 comenzaron la construcción de
viviendas pareadas en aquel claro y Adrián dejó de ver a Lourdes. Sintiéndose
de nuevo solo, desesperanzado e incompleto.
Primero fue María, una compañera de universidad, la recogió
en su coche y la llevó hasta un pantano cercano. Allí la mató, violó y descuartizó. Tiró
sus restos al fondo cerciorándose que no volvieran a flotar.
Después Lucas, un niño
adolescente que volvía de sus clases de futbol. Adrián conocía a sus padres y
el chico accedió a que lo acercara a su casa. Nunca volvió.
Ariadna, Pedro,
Soledad, Lucciano, María, Amparo, Silvia… fueron tantos que perdió la cuenta.
Visitaba a todos los que podía, para preguntarles cómo se sentían y que
esperaban de aquella nueva vida, pero nunca le contestaban. Para él aquello era
la felicidad.
- Nunca pretendí hacer sufrir a nadie. Mi misión en
esta vida es hacer llegar a los mortales la posibilidad de poder experimentar
que hay más allá de la muerte, y me provoca un gran placer. La muerte sólo es una
etapa de una existencia más larga, pero experimentar una muerte tormentosa te
ancla a un lugar.
Yo sólo facilito esa
existencia y sesgo de manera feroz una vida llena de miserias. Me debéis estar
agradecidos, porque doy una nueva visión a personas maravillosas.
Debéis entender que la
muerte sólo es eso, muerte. El principio de una nueva etapa y nadie estamos
exentos de experimentar esa meta que nos llega por destino.
Mi encargo es hacer
llegar a esas personas que se lo merecen por encima de otras. Permanecer en
este mundo infernal sólo crea mediocres del sistema y aquellas personas
elegidas deben prosperar.
- ¿Elegidas por quien,
Adrián?
- Elegidas por la
causalidad. Yo no decido, se me expone como hecho y sólo ejecuto unas órdenes
que me llegan de una divinidad superior. No conozco quien es, ni me habla, sólo
me expone de manera fortuita los encuentros y yo los aprovecho.
- ¿Reconoces el
asesinato de Julia Martínez Castrau?
- Julia es una de
tantas en una larga lista de personas elegidas. Las veo hoy aquí como veo a
tantos otros que deambulan en busca de una explicación.
- ¿Hay más?
- ¡Claro que los hay!
Muchos son merecedores de la salvación.
- ¿Qué salvación,
Adrián?
- De aquella que no
todos merecemos. Existen caminos, tantos como verdades podemos digerir como
correctas, pero nos equivocamos estrepitosamente porque sólo existe una verdad.
¿Me preguntáis por la salvación? Pues yo os contesto, la salvación no nos
pertenece a todos, la salvación es un hecho aislado que sólo beneficia a unos
pocos y esa élite de elegidos son los afortunados que pueden dar el siguiente
paso y disfrutar del plano consecutivo.
Yo soy el pastor que
camina entre esos dos planos y tengo la obligación de velarlo.
- ¿Qué es el plano
consecutivo?
- Lo que espera después
de nuestra muerte, uno de tantos planos que existen. Debemos aprender que todos
tenemos una misión a cumplir, unos más importantes y otros menos. Yo sólo
acelero el paso de aquellos que ya hicieron suficiente por nosotros y tienen
aprendidas todas las lecciones. Permanecer en este limbo de vida es sólo una
manera de desaprovechar su aprendizaje y liberarlos de ese yugo es el mayor
acto de amor que puedo ofrecerles.
- ¿Y Julia era una de
ellas?
- Ella es un ser
especial. Su sangre me sirvió bien y disfruté mucho cuando se apagó. Su último
hálito de vida me hizo experimentar uno de los mayores placeres que un mortal
puede percibir. Nació para otorgarme ese momento tan especial y yo le ofrecí la
inmortalidad, ahora vive en los bosques por la eternidad, rodeada de naturaleza.
Sin poder enfermar, ni envejecer.
Un gran principio para
su nueva etapa.
- ¿No te sientes mal
por ello?
- ¿Por qué debería? Yo
ofrezco la salvación. Mi proceder es un hecho indiscutible y está apadrinado
con la verdad universal. No, no me siento mal por algo que radica en el bien
común. ¿Quizá debería avergonzarme de algo que nos hace bien a todos?
- Son asesinatos,
Adrián.
- Te equivocas, son
liberaciones. Quien ve un asesinato en un hecho puro me está comparando con
cualquier psicópata que mata por el placer de matar. Mi objetivo no es acabar
con las vidas de personas desconocidas; hay quien siente placer viendo las
vísceras de un cadáver porque en ello experimenta la adrenalina de lo
prohibido. Yo no estoy loco, ni soy un psicópata. Conozco bien lo que soy. Mi
directrices son muy diferentes a cualquier trastornado psicológico o asesino en
serie. Yo doy esperanza.
- ¿Esperanza a quién?
- A imbéciles como tú,
que no saben ver más allá de su propia nariz. Con estos actos altruistas yo
salvo al mundo. Libero a aquellos que no merecen estar en esta podredumbre.
Esto es un infierno y
tanto tú como yo estamos atrapados en una espiral demoníaca, dueña y señora de
todo lo que nos rodea. Soy lo más parecido a un ángel.
- ¿Sabes qué vas a ser
juzgado por asesinato e irás a la cárcel?
- Si ese es mí sino lo
aceptaré con la positividad que un hecho de esa índole puede infligir en mi
misión. No tengo miedo a lo que me depare los siguientes pasos, tengo miedo a
no saber que esperar de aquellos que aún siguen vivos y no merecen ser
salvados.
- ¿Por qué dices eso?
- Porque el corazón de
los impuros está lleno de oscuridad y deben consumirse hasta que puedan
desechar de su cuerpo toda esa podredumbre que llevan dentro. Los actos míseros
ennegrecen los corazones y el alma, condenándola a permanecer aquí. Quien muere
con esa podredumbre vuelve al ciclo de vida, nace de nuevo y experimenta otro
aprendizaje.
- ¿Crees que yo no
merezco la salvación?
- Veo que una mujer cercana
a ti no para de decir en voz baja porque la abandonaste en aquel asilo. Lleva
taladrándome la cabeza desde que usted ha entrado.
- ¿De qué estás
hablando?
- De su madre.
- Mi madre murió hace…
- Siete años, en un
asilo llamado de la Paz, a los 84 años de edad y de una leucemia que complicó
una neumonía.
- ¿Cómo sabe eso?
- Me lo está diciendo
ella, está justo detrás de usted.
- ¡Eso es una locura!
- ¿Y por qué cree que
estoy aquí? No sólo se me acusa de asesino, también de estar loco. Usted tendrá
que repetir, tantas veces como su mísera existencia crea conveniente hasta
limpiar su negrura.
La
sesión interrogatoria acabó con la salida en estampida del psicólogo.
Adrián fue confiado y
dejó demasiadas pruebas en el cadáver de su última víctima. Su esperma les dio
la prueba de ADN que necesitaban.
No pudo deshacerse del
cadáver porque los gritos de alerta llamaron la atención de unos senderistas
que andaban cerca de la escena del crimen y tuvo que salir corriendo si no
quería ser atrapado por la policía.
Fue acusado de
asesinato y se le atribuyeron catorce crímenes más que él mismo confesó. Con lo que
el juez dictaminó tres cadenas perpetuas.
Murió en 14 de Abril de
2017 en un psiquiátrico de alta seguridad, se había acuchillado así mismo
cuarenta seis veces. Lo encontraron tumbado en el catre de la celda con una gran sonrisa, impregnado en su sangre y semen con una nota escrita de su mismo
puño a los pies.
- ¡He sido elegido!
®Juanjo Reinoso
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