jueves, 29 de noviembre de 2018

NC-1099 //Parte 3//




                   Todo aquello era extraño. Andrea corría en dirección a la puerta exclusa con el único pensamiento de conocer el estado de Santos. Los pensamientos se enmarañaban en su mente chocando unos con otros, realizando las más tremendas cábalas sobre el destino de su compañero e impacientándose a cada paso que daba sin poder determinar qué había sucedido. Se sentía inútil y aquello la enfurecía.
-- Andrea, algo te persigue -- la voz amplificada de Rooks se manifestó a través del auricular instalado en el casco de la tripulante. Aquello hizo que parara en seco y se girara con la rapidez de un tiburón tigre.
-- Rooks, no veo nada.
Las interferencias se hicieron dueñas de la comunicación y apenas lograba distinguir las palabras que articulaba su compañero.
-- …Cerca … metros … orre … ¡corre!
                Las luces que se adosaban a los laterales de la estructura del pasillo comenzaron a extinguirse en una procesión hacia la posición de Andrea. Sin pensarlo dos veces comenzó a correr en dirección al punto de partida de la expedición. El traje era pesado pero aliviaba la carga la ayuda del exoesqueleto. En un instante la carrera se había convertido en una maratón por no caer en la oscuridad, que lo invadía todo. Una estampida por la supervivencia.
Con la soltura de una gimnasta deportiva saltó pasando la puerta de bloqueo que separaba las secciones, creadas para un posible aislamiento de zonas. En la caída golpeó el botón de emergencia que accionaba el sistema y una puerta de guillotina cayó aislando el pasillo de la derecha.
La respiración acalorada empezaba a empañar el cristal del casco de Andrea y le impedía parte de la visión. Ante ella, la puerta comenzó a ser golpeada y a deformarse como una delgada chapa, cuando en realidad tenía casi medio metro de grosor.
¿Qué cosa tenía semejante fuerza, cómo para deformar un portón de acero con esa sección?
La estructura del portón comenzó a agrietarse castigada por la fuerza desatada por aquella cosa que se situaba al otro lado. De los desperfectos comenzó a brotar agua a presión, como si del otro lado el pasillo estuviera completamente inundado y los golpes cesaron.
-- ¿Andrea, te encuentras bien?-- la familiaridad del tono amigo de Luccio tranquilizó a la mujer, que poco a poco se recuperaba del susto.
-- ¡Joder! La puerta de emergencia está destrozada.
-- Es imposible, esas puertas tienen medio metro de espesor.
-- Algo la ha golpeado con mucha fuerza y ahora no para de salir agua de las grietas.
-- ¿Agua?
-- Sí, parece que se ha inundado el pasillo de la derecha.
-- ¡Imposible! La carga vital de agua no se encuentra en ese pasillo -- desveló Rooks.
-- Sincronízate con la cámara de mi casco y lo verás.
-- Estoy sincronizado Andrea. Veo la puerta y está intacta.

                ¿Qué estaba pasando? Andrea observaba que la puerta estaba agrietada y deformada. Las fugas de agua mojaban su traje y podía sentir la presión que ejercían al golpearla.
No lo entendía, no estaba loca y aquello era real, tan real como palpar su propio cuerpo.
-- Os aseguro que la puerta está dañada.
-- Andrea, vemos la puerta en perfectas condiciones. Puede que tengas un shock -- Luccio se mostraba muy preocupado.
-- Luccio no me jodas. Se perfectamente lo que veo, no estoy en shock.
               
                De repente, un sonido ensordecedor comenzó a invadir la estancia y el portón empezó a deformarse en un baile inverso. Las fugas desaparecieron y las grietas se restauraban, como en un truco de magia. En pocos segundos la puerta se mostraba intacta y se abrió con lentitud hasta dejar a la vista el largo pasillo iluminado.
A unos diez metros una figura ataviada con un traje de atmosfera esperaba inmóvil, con la posición pétrea que precede a la estampida. Piernas semi-flexionadas y brazos tensados formando casi un ángulo de noventa.
En la identificación del pecho se distinguía un nombre: Santos.

                -- ¡Maldición Santos! ¿Cómo has llegado ahí?
Pero no articulaba ninguna palabra, sólo esperaba, en una posición cauta. El interior del casco era una negrura espesa que no dejaba ver su rostro, pareciera que la oscuridad intentara absorber lo que había fuera pero lo impedía el cristal.
-- ¿Estás bien??
Andrea tenía miedo. No ese miedo que te infunde lo desconocido, lo imaginario. Este miedo se manifestaba en todas aquellas cosas que ella temía perder. Santos había sido un padre para ella en el transcurso de infinidad de misiones, su pérdida le aterraba.
Aunque allí se mostraba rígido, inmóvil con la sobriedad que solía manifestar en muchas ocasiones pero distinto. Ese cambio es lo que acrecentada su miedo. Aquel hombre no era Santos.
                Apartó la mirada, porque aquella imagen le resultaba tan repugnante para su mente que decidió no fijar su atención en aquel cascaron. Sólo un segundo y al volver a mirar, Santos ya no estaba.
Era una locura, jugaban con su mente, con su realidad y acrecentaba sus inseguridades, miedos y debilidades.
Se levantó con decisión para proseguir con la misión encomendada por su comandante, consiguió apartar sus emociones para dedicarse en pleno a su cometido.
Santos le había enseñado bien, podía apartar sus mierdas para centrar toda la atención en el trabajo. Suspiró y se giró para seguir la travesía de búsqueda.

                Allí estaba, a escasos dos palmos de su rostro. Santos.
-- Yo lo he visto, no sabéis cuan atractiva es su influencia. La verdad, sólo hay que aceptar la verdad.
Sus ojos eran una negrura infinita, no se distinguían su color marrón. Una intensa mirada que atravesaba el alma y la dejaba desnuda.
La carcasa de Santos golpeó a Andrea con levedad pero se desprendió del suelo como sí un bloque de acero de varias toneladas la golpeara arrojándola contra las paredes. El impacto le partió varias costillas y poco a poco se desvanecía hasta quedar inconsciente.
-- Tú no eres Santos -- Balbuceó antes de quedar inmersa en el mundo de Morfeo.

®Juanjo Reinoso

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