lunes, 18 de junio de 2018

-VIDAS ENCONTRADAS- vol.I //EL ADIOS//



El recuerdo de un lugar, la esencia que transporta a la infancia, sus colores y formas.
Todo sigue igual: la jarra de cerámica sobre la encimera de granito, la maceta roja de orquídeas bajo la ventana que da al patio… Pocas cosas han cambiado, aunque otras están ausentes y poco a poco van distanciándose, convirtiéndose en un lejano recuerdo.

Mi madre está sentada en una silla de enea, junto a la mesa de madera torneada que descansa junto a la puerta de la alacena. Llora desconsolada, apoyando sus codos en la tabla vestida con un mantel de ganchillo que cubre un plástico transparente hecho a medida. Llora como nunca antes le había visto llorar. El pelo alborotado, la camisa arrugada, la falda descolocada y medias-calcetines hasta la rodilla; no me recuerda a ella.
La imagen de un cristo crucificado preside la cocina, tallado en hueso blanco cercado por pequeñas betas negras que le cruzan el pecho y los pies. El crucifijo es de madera de cedro; siempre me gustó ese olor peculiar que aún persiste, parece negarse a abandonar aquellas paredes.

- ¡María! - Mi tía Claudia interrumpe aquella escena familiar. No se percata de mi presencia y acude con los brazos extendidos hacia el lugar donde se encuentra mi madre – Cuanto lo siento, te acompaño en el sentimiento.

Mi madre se levanta y se funde en un abrazo con su hermana.

- No estoy preparada para esto Claudia.
- Nadie lo está María, pero podremos superarlo.
- ¿Qué haré ahora?
- Vivir… ¡Vivir! - Claudia aprieta los hombros de mi madre, mientras sacude levemente el agotado cuerpo de su hermana.

El murmullo comienza a hacerse persistente, la casa está repleta de gente que viene a dar el pésame, a ver el muerto que yace en el dormitorio. Una mezcla entre obligación y curiosidad; así fue siempre este pueblo.

-¡Mi niña! - Claudia me encuentra, anda apresurada hacia el rincón junto al frigorífico donde pretendo aislarme. – Patricia, que alegría verte. ¿Cómo estás? – Me abraza con ternura. Echaba de menos esos abrazos.
- Bien tía - respondo, sin saber muy bien que diría a continuación.
- ¿Cómo te va por Madrid? - como siempre ella sabía cortar esos silencios incómodos.
- No me puedo quejar- esbozo una sonrisa mientras acaricia mi cara.
- Tienes que apuntarme tu teléfono, no quiero volver a perder el contacto contigo.
- ¡Claro!

Y Claudia de repente calla, esa pausa que resulta eterna. Aquellas mismas que hacen pensar que un mundo se crea dentro de otro mundo, que los pensamientos se disparan hacia todas las direcciones creando universos paralelos, situaciones inverosímiles y al final, después de un leve titubeo que pretende dar forma a la ficción nace, como ese cachorro que llega indefenso a este mundo, sin saber muy bien si esta vida lo tratará bien o será su mayor enemiga.
Calla porque siente que debe guardar silencio, pero lo veo en su mirada, lo siento en mi pecho: La compasión.

- No seas muy dura - Esas son sus palabras. Aquel fue el resumen de su mundo interior, de su conflicto, de mi conflicto.

Las palabras sobran y una sola mirada basta para que Claudia comprenda que mi llegada allí estaba pronosticada. Mi tía distingue que detrás de aquel halo de tristeza y sollozos existe un pasado imposible de borrar, difícil de negar.

- Ánimo.

Y se marcha dejando su rastro impugnable, su presencia infinita.

- Siempre te quiso mucho - se decidió a decir mi madre.
- Ella nunca me juzgó.

María borró la pequeña sonrisa que le había causado mi presencia. Sentía que las cosas no serían como antes.
¿Sabes por qué te pusimos Patricia?
- No.
- Porque ese era el nombre que mi hermana quería para su hija. Siempre me lo repetía cuando trabajamos en la recogida de aceituna - sonríe- se le iluminaba la cara cada vez que me hablaba de ese nombre - suspira - Claudia tenía mucho amor que dar. Sabe Dios que he rezado y pedido mil veces que esa niña llegara, pero nunca llegó.
- Lo que somos en esta vida es algo que no podemos evitar. Debemos aceptar que nuestra naturaleza es la que es - cruzo los brazos sobre el pecho -. No somos culpables de nuestra naturaleza. Claudia no decidió ser estéril pero ha afrontado su revés con entereza, sin juzgarse a ella misma, sin pensar qué metas hubiera alcanzado siendo madre. Porque entonces no quedaría nada de ella, sería otra persona.
- Pero no es justo.
- La justicia es algo que debemos encontrar. A cada uno de nosotros nos pertenece una clase de justicia madre, y en ocasiones no es buena y ponemos todas nuestras fuerzas en negarla intentando encontrar un beneficio propio y nos equivocamos. Afrontar nuestras consecuencias es aceptarse a uno mismo. No tiene nada que ver con una lanza divina que guía nuestro destino.

Percibo el agotamiento en mi madre. Unas grandes ojeras le abrazan los hinchados ojos y el color blanquecino de su cara hereda el tono marmóreo de una escultura griega que huye de la perfección estética, para mostrar los surcos profundos de la vejez. Cinceladas por un devenir de acontecimientos que han empeorado su elasticidad transformándola en un paraje cuarteado y yermo.

- ¿No le vas a dar un abrazo a tu madre? - Esas palabras retumban en mi conciencia: ¿orgullo o permisividad? Intento buscar la culpabilidad, retroceder al pasado para encontrar el dolor, la angustia, la decepción, pero ahora se manifiestan en un leve sentimiento difuminado y lejano, más semejante a un enfado de niña a la que niegan un helado de chocolate.
Doy un paso y encadeno otro, la maquinaria se pone en movimiento y al final cedo, aquella guerra había durado demasiado.
Y el abrazo rompe la barrera invisible impuesta en el pasado. Madre huele a jazmín, a bosque salvaje en un atardecer lluvioso, a jabón de Marsella y a lejía. Huele como siempre: esa mezcla entre lo sublime y lo cotidiano.

- Te he echado tanto de menos, mi niña - las lágrimas brotan de sus ojos. Mi madre llora, llora porque siente que debe llorar, llora porque la culpabilidad se refleja en sentimientos básicos y ella no conoce otra forma de manifestarla.
- Madre - deshago el abrazo y mis manos cercan sus hombros - Estoy aquí porque prometí volver cuando aquel que yace allí - señalo a través de la puerta de la cocina - dejara este mundo. Mi presencia hoy aquí no quiere decir nada, esto no cambia las cosas y por supuesto tampoco lo que soy.
-¿Qué hicimos mal?
-¿A qué te refieres, madre?
-Te educamos bien, te criamos con amor. ¿Por qué?, ¿por qué decidiste coger ese camino?

Me entristezco. Nada ha cambiado, todo sigue siendo tan dañino como siempre. La manifestación de la ignorancia sólo crea pensamientos obtusos y aquel pensamiento era el más obtuso que me habría podido tocar.

- Madre yo no he decidido absolutamente nada. ¡Soy así!, fui lo suficiente valiente para aceptarme y enfrentar una familia que no admitía lo que soy. Que padre decidiera echarme de casa no me cambió, que padre me pegara hasta sangrar no me cambió, que padre me negara como hija ¡no me cambió! ¡¿Dime, crees que ahora su muerte me hará cambiar?!

La puerta de la cocina permanecía abierta. Cerca del umbral persistían sedentes dos mujeres entradas en años. No las reconocía aunque miraban con demasiado interés lo que sucedía en el interior de la cocina.
Ando con ligereza hasta la puerta.
-Señoras,¿quieren una foto o prefieren colaborar en la conversación? - Cierro de un golpe - Odio este pueblo.

-¿No ha venido?- preguntó madre con un hilo de voz.
-¿Quién?
- Noelia.
- Está en un hotel en Badajoz. ¿Por qué?
- Quiero conocerla.
-¿Para qué, madre?

Silencio. A eso se resumía mi vida en aquella casa: a silencio y desaprobación.

- ¿Para qué, madre?

Silencio.

- Quizá la que debería cambiar eres tú. De alguna manera permitir todo lo que pasó te hace tan culpable como padre. No, yo no soy la que debe revisar sus sentimientos, sé bien de que pasta estoy hecha. Me acepté y vivo feliz con ello. Dime, ¿eres tú feliz?

Silencio.

- Siempre fuiste una sombra. Sumisa, leal, servicial y cuando algo no te convencía guardabas silencio por temor a las palizas que igualmente recibías. Incluso cuando ya te has librado del verdugo reniegas de ti y decides encerrarte en otra cárcel de silencio. ¡¿Qué temor tienes?!

Silencio.

- Bien. Cuando entierren a padre me iré y no volverás a verme más.
- Me quedaré sola - rompió a llorar de nuevo María.
- Te quedas sola porque así lo has decidido, se consecuente y asume la responsabilidad de tus decisiones - me tranquilizo, respiro y espero unos segundos - Te acompaño en el sentimiento María.
- No estoy preparada para esto, mi niña.
- Nadie lo está madre, pero podrás superarlo.
- ¿Qué haré ahora?
- Vivir madre, vivir.




® 2018. Juanjo Reinoso.
Todos los derechos reservados. Cualquier distribución debe ser autorizada por el autor del registro.




11 comentarios:

  1. No soy muy partidario del realismo puro y duro, y menos del social. No me gusta la imitación de la vida, en un principio. Pero a veces la vida hay que describirla como es, con lo físico y lo emocional entrelazados, y en este texto lo haces bien. Logras algo muy difícil: ver la realidad de dentro afuera. Solo así se pueden mostrar bien las vísceras sin que se desparramen, lo cual en mi opinión es el mayor riesgo del realismo, aunque tú lo evitas bien.

    Tendemos justo a lo contrario en esta era de la imagen. O sea: a ver la vida desde fuera, entrando a saco con desgarro cuando queremos ahondar más.

    No solo describes bien los personajes y el contexto, que se pueden palpar. Tus diálogos son naturales, certeros. Atrapas hasta el tiempo, y casi duele. Buen trabajo, te seguiré leyendo.

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    1. Muchas gracias por tu comentario, tu aprecicación y tu opinión.
      Yo tampoco soy muy amigo del realismo aunque comienzo este blog como una etapa para afrontar todas mis dificultades a la hora de escribir y experimentar como puedo defenderme en situaciones que no están en mi zona de confort.
      Hay cosas que hago de manera natural porque llevo dedicándome muchos años al teatro y es inevitable que no se absorba la forma "realista" que tiene este género de exponer a los personajes para poder empatizar y crear un vínculo cercano.
      Me hace mucha ilusión tu comentario y me anima a seguir con esta serie que en principio no tenía demasiado claro si iba a funcionar.
      Gracias.

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    2. Es curioso, siempre me pareció una buena idea tomar lo bueno del teatro, su descarnada inmediatez, para aplicarlo a la narrativa dándole frescura. El teatro leído es soso, falta que la escena le dé vida. Pero la narrativa visible (por llamarla así) puede ser un buen experimento.

      En cierto modo yo hago eso en lo que escribo, siempre inserto en mis relatos escenas bastante visuales y diálogos muy de estilo teatral. Y también escribo teatro, llevo mucho tiempo con una tragicomedia en tres actos que no acaba de cuajar. Tiene un cierto estilo a lo Jardiel Poncela. Lo cual no sé si es un anacronismo o un atrevimiento o las dos cosas, dado que el teatro de hoy sigue otros rumbos posmodernos, digamos. Y quizá es eso lo que también me frena un poco…

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    3. Jardiel Poncela y Ionesco. Es un poco refrito teatral del siglo XX.

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    4. En el teatro no existen anacronismos, simplemente miradas diferenciadoras.
      Yo tengo mis opiniones sobre el teatro de estampa moderna que se hace ahora, pero como opinión muy personal la guardo, para que no haya malentendidos.
      Soy un amante del teatro en general aunque tengo mis preferencias.
      Te ánimo a acabar esa obra y te entiendo, porque escribir teatro es más complejo de lo que parece. El dramaturgo se encuentra solo ante la palabra y saber llevar diálogos sin caer en lo descriptivo es harto difícil.
      Ionesco me parece una maravilla y Poncela un gran desconocido, por desgracia, en el mu do teatral.
      Espero leer esa obra.
      Un saludo!

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    5. Cuando la termine (no sé cuando) la publicaré en mi blog y te avisaré para que la leas si tienes tiempo, y opines. Saludos.

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  2. Me ha gustado mucho tu relato Juanjo. Es un relato corto, pero en el que se dicen y se sugieren muchas cosas, es pura emoción. Una vida de pueblo perfectamente ambientada con la muerte del padre, y unos personajes muy bien definidos, sobre todo la hija que quiere vivir su vida y para ellos se tiene que marchar, y la madre abnegada y sufridora en la sombra y que todavía no llega a entender a su hija.
    Enhorabuena,
    Un fuerte abrazo.

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    1. Muchas gracias Ziortza. Me ilusiona que te guste y sientas todo lo que sucede de manera palpable.
      Un abrazo.

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  3. Ah, qué bueno. Leo arriba la discusión por la forma pero yo, primero privilegio la historia. Sin historia no hay nada. Me gusta del final cómo se invierten los papeles entre madre e hija.
    Nos seguimos leyendo.

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