domingo, 16 de diciembre de 2018

NC-1099 //Parte 4//



             La vida es ese compendio de cosas que suceden sin aparente sentido. Una historia abierta con diversos finales y nudos infinitos. Cómo puntualizar y separar sus hilos conductores es tan complejo como querer poner diques al océano.
Hace años que Luccio no veía el mar, tantos que había olvidado el chasquido de las olas al romper con las rocas. El recuerdo era un vago punto en su mente, un eco manido en sus pensamientos, imperecedero pero lejano, muy lejano.
Los gritos de Rooks a través del altavoz se convertían en aquel recuerdo; el mar, sus olas y las rocas. La lejanía tomando forma y creando un punto en su mente, sin alcance, lejano e inalcanzable.
-- ¡Maldita sea Luccio! ¿Qué cojones está pasando? – el tono nervioso de Rooks no sacaba a Luccio de su ensoñación.
La belleza del canto de sirena que aniquila los sentidos, los convierte en resonancias de pasado inalcanzable y nunca podrán ser futuro, porque se manifiestan en su más burda expresión animal, simples bestias. En esta delgada línea de pasado, presente y futuro.
¿Qué estaba ocurriendo?
-- Uno, dos, tres, cuatro. ¿Quién podrá ver a través de mí? Cinco, seis, siete, ocho. No somos nada más que la sombra; allá iremos a encontrarnos con nosotros mismos. Nueve, diez, once. Once son las etapas que debemos pasar, once… once -- Luccio recitaba con la mirada perdida, observando a través del puente a la nave colona.
-- ¿Qué dices Luccio?
¡PLAK!
La sangre brotaba de la cabeza de Rico, un duro golpe le había dejado sin sentido. Luccio sujetaba la palanca de emergencia entre las manos, parte del cuero cabelludo de la piloto se había adosado a las formas angulosas que se diseñaron para encajar en las puertas romboides.
-- Desde el confín del universo vine, esperando, agazapado en un exilio. Allá en las marcas del infinito que dejaron que me consumiera. ¿Rooks?-- Luccio comenzó a reir.
-- ¡Sácame de aquí Luccio! -- la desesperación de Rooks se convertía en pánico, miedo y desesperanza.
-- Amigo Rooks, déjame ver tu miedo. Él me guiará hacia ti.
Luccio golpeó el cristal de emergencia que se manifestaba junto al puente de mando y accionó un pequeño interruptor.
LA AUTODESTRUCCIÓN HA SIDO ACTIVADA. FALTAN 5 MINUTOS PARA LA FISIÓN DEL NÚCLEO.

                La desesperanza es el peor sentimiento que había sentido Rooks. Abandonado, intentando hablar con el comandante, pero la conversación había sido interrumpida. Repetía su nombre; gritando, susurrando y entonando como un tenor para que le escuchara. Era inútil.
Déjame ver tu miedo. La última frase de Luccio había asustado a Rooks, tanto que un intenso escalofrío surgía de sus extremidades congelando todo su cuerpo. ¿Qué miedo?
Y el miedo surgió. De su mente aquellas sombras olvidadas desde hacía años se adueñaron de sus pensamientos, expuestas de tal manera que activaron todas sus alertas naturales.
Aquel señor que se escondía entre la noche, con su sombrero y extremidades largas. Siempre en la sombra, la cara que nunca pudo observar porque acuñaba los rincones de su habitación esperando a que se durmiera, pero nunca durmió por temor.
Aquella silueta siempre lo esperó entre las sábanas, esquivo y alargado, como una serpiente reptando entre la oscuridad, huyendo de la luz. Un miedo nocturno.
-- El señor del sombrero.
Recordó todas aquellas largas sesiones con el psicólogo infantil pero aquella forma nunca se fue, permanecía fiel a su lado de la cama, junto a la esquina donde la luz no incidía. Allí persistían sus ojos vidriosos, dos puntos plateados que observaban noche tras noche, durante meses, a lo largo de años.
Pero un día se marchó, como una estación que cambia repentina y te hace sacar toda la ropa estacional, sin tiempo a pensar. Simplemente ocurre y el señor del sombrero se fue.
Rooks no lo echó de menos, aunque miraba a diario aquella esquina oscura que la habitación dejaba, durante años, hasta que un día olvidó. Se volvió borroso como el fondo a través de un cristal ácido y con el tiempo desapareció, borrado, formateado.

                El pasillo central lucía majestuoso, a plena luz y como si no hubiera pasado el tiempo en aquella carcasa metálica. El generador emitía su repetitivo sonido amortiguado por las placas aislantes que lo convertían en un susurro imperecedero.
Pero todo comenzó a cambiar en segundos y la iluminación se debilitó hasta hacerse mínima. El pasillo era una penumbra sustentada por lámparas que lucían a un escaso diez por ciento. Rooks se percató que el generador funcionaba a la perfección y aquella bajada de tensión no tenía ningún sentido.
El señor del sombrero; al final del pasillo. Sus inconfundibles brazos largos y dedos esqueléticos. Permanecía erguido casi rozando el techo con su bombín. Ahora lo veía mucho mejor y observaba sus delgadas piernas.
El porte encorvado y familiar le esperaba en la única salida posible. Movía los dedos de forma repetitiva, como intentando rasgar algo invisible.

-- Rooks -- la voz del señor de sombrero era grave, fantasmal -- Estaba esperando este día, sabía que llegaría cuando las líneas se manifestaron. Por eso decidí esperar y marchar hasta que pudiera ser más fuerte, enfrentarme sin temor a otros miedos. Tú y yo, solos.

®Juanjo Reinoso

jueves, 29 de noviembre de 2018

NC-1099 //Parte 3//




                   Todo aquello era extraño. Andrea corría en dirección a la puerta exclusa con el único pensamiento de conocer el estado de Santos. Los pensamientos se enmarañaban en su mente chocando unos con otros, realizando las más tremendas cábalas sobre el destino de su compañero e impacientándose a cada paso que daba sin poder determinar qué había sucedido. Se sentía inútil y aquello la enfurecía.
-- Andrea, algo te persigue -- la voz amplificada de Rooks se manifestó a través del auricular instalado en el casco de la tripulante. Aquello hizo que parara en seco y se girara con la rapidez de un tiburón tigre.
-- Rooks, no veo nada.
Las interferencias se hicieron dueñas de la comunicación y apenas lograba distinguir las palabras que articulaba su compañero.
-- …Cerca … metros … orre … ¡corre!
                Las luces que se adosaban a los laterales de la estructura del pasillo comenzaron a extinguirse en una procesión hacia la posición de Andrea. Sin pensarlo dos veces comenzó a correr en dirección al punto de partida de la expedición. El traje era pesado pero aliviaba la carga la ayuda del exoesqueleto. En un instante la carrera se había convertido en una maratón por no caer en la oscuridad, que lo invadía todo. Una estampida por la supervivencia.
Con la soltura de una gimnasta deportiva saltó pasando la puerta de bloqueo que separaba las secciones, creadas para un posible aislamiento de zonas. En la caída golpeó el botón de emergencia que accionaba el sistema y una puerta de guillotina cayó aislando el pasillo de la derecha.
La respiración acalorada empezaba a empañar el cristal del casco de Andrea y le impedía parte de la visión. Ante ella, la puerta comenzó a ser golpeada y a deformarse como una delgada chapa, cuando en realidad tenía casi medio metro de grosor.
¿Qué cosa tenía semejante fuerza, cómo para deformar un portón de acero con esa sección?
La estructura del portón comenzó a agrietarse castigada por la fuerza desatada por aquella cosa que se situaba al otro lado. De los desperfectos comenzó a brotar agua a presión, como si del otro lado el pasillo estuviera completamente inundado y los golpes cesaron.
-- ¿Andrea, te encuentras bien?-- la familiaridad del tono amigo de Luccio tranquilizó a la mujer, que poco a poco se recuperaba del susto.
-- ¡Joder! La puerta de emergencia está destrozada.
-- Es imposible, esas puertas tienen medio metro de espesor.
-- Algo la ha golpeado con mucha fuerza y ahora no para de salir agua de las grietas.
-- ¿Agua?
-- Sí, parece que se ha inundado el pasillo de la derecha.
-- ¡Imposible! La carga vital de agua no se encuentra en ese pasillo -- desveló Rooks.
-- Sincronízate con la cámara de mi casco y lo verás.
-- Estoy sincronizado Andrea. Veo la puerta y está intacta.

                ¿Qué estaba pasando? Andrea observaba que la puerta estaba agrietada y deformada. Las fugas de agua mojaban su traje y podía sentir la presión que ejercían al golpearla.
No lo entendía, no estaba loca y aquello era real, tan real como palpar su propio cuerpo.
-- Os aseguro que la puerta está dañada.
-- Andrea, vemos la puerta en perfectas condiciones. Puede que tengas un shock -- Luccio se mostraba muy preocupado.
-- Luccio no me jodas. Se perfectamente lo que veo, no estoy en shock.
               
                De repente, un sonido ensordecedor comenzó a invadir la estancia y el portón empezó a deformarse en un baile inverso. Las fugas desaparecieron y las grietas se restauraban, como en un truco de magia. En pocos segundos la puerta se mostraba intacta y se abrió con lentitud hasta dejar a la vista el largo pasillo iluminado.
A unos diez metros una figura ataviada con un traje de atmosfera esperaba inmóvil, con la posición pétrea que precede a la estampida. Piernas semi-flexionadas y brazos tensados formando casi un ángulo de noventa.
En la identificación del pecho se distinguía un nombre: Santos.

                -- ¡Maldición Santos! ¿Cómo has llegado ahí?
Pero no articulaba ninguna palabra, sólo esperaba, en una posición cauta. El interior del casco era una negrura espesa que no dejaba ver su rostro, pareciera que la oscuridad intentara absorber lo que había fuera pero lo impedía el cristal.
-- ¿Estás bien??
Andrea tenía miedo. No ese miedo que te infunde lo desconocido, lo imaginario. Este miedo se manifestaba en todas aquellas cosas que ella temía perder. Santos había sido un padre para ella en el transcurso de infinidad de misiones, su pérdida le aterraba.
Aunque allí se mostraba rígido, inmóvil con la sobriedad que solía manifestar en muchas ocasiones pero distinto. Ese cambio es lo que acrecentada su miedo. Aquel hombre no era Santos.
                Apartó la mirada, porque aquella imagen le resultaba tan repugnante para su mente que decidió no fijar su atención en aquel cascaron. Sólo un segundo y al volver a mirar, Santos ya no estaba.
Era una locura, jugaban con su mente, con su realidad y acrecentaba sus inseguridades, miedos y debilidades.
Se levantó con decisión para proseguir con la misión encomendada por su comandante, consiguió apartar sus emociones para dedicarse en pleno a su cometido.
Santos le había enseñado bien, podía apartar sus mierdas para centrar toda la atención en el trabajo. Suspiró y se giró para seguir la travesía de búsqueda.

                Allí estaba, a escasos dos palmos de su rostro. Santos.
-- Yo lo he visto, no sabéis cuan atractiva es su influencia. La verdad, sólo hay que aceptar la verdad.
Sus ojos eran una negrura infinita, no se distinguían su color marrón. Una intensa mirada que atravesaba el alma y la dejaba desnuda.
La carcasa de Santos golpeó a Andrea con levedad pero se desprendió del suelo como sí un bloque de acero de varias toneladas la golpeara arrojándola contra las paredes. El impacto le partió varias costillas y poco a poco se desvanecía hasta quedar inconsciente.
-- Tú no eres Santos -- Balbuceó antes de quedar inmersa en el mundo de Morfeo.

®Juanjo Reinoso

miércoles, 21 de noviembre de 2018

NC-1099 //Parte 2//



La aproximación a la NC-1099 transcurría a cámara lenta. La pequeñez de lo lejano se desvanecía al toparse con las puertas exclusas que se situaban en la parte trasera de la nave.
Allí permanecía dormida; después de ciento cincuenta años, como si nada hubiera ocurrido con el paso del tiempo.
Su casco permanecía intacto. No se observaba rastro de algún daño que hubiera hecho peligrar su estabilidad estructural. ¿Dónde había estado todo este tiempo?

                -- Rico, mantén contacto visual con la puerta exclusa.
La piloto de la NE-111 manejaba los propulsores laterales con dos esferas situadas en los reposabrazos de la silla móvil que se encuadraba en la parte delantera; en un apéndice acristalado que surgía como una península de la nave. El puente de pilotaje se suspendía en el aire sustentado por un brazo mecánico que lo situaba en una visión periférica de la inmensidad del espacio.
La información del estado de la nave y otros datos irreconocibles, para el ojo inexperto, se adosaban a los cristales en una especie de pantalla virtual que informaba de todo lo que la piloto observaba del exterior.
La NC-1099 cubría gran parte de la visión, enmarcaba la silueta en un verde brilloso por la información que otorgaba las pantallas acristaladas del puente de mando, otorgando a las puertas exclusas un marcado tono rojizo que informaba, con números, la cercanía.
-- Aproximación correcta. Cincuenta metros para el acoplamiento -- Rico fijaba la mirada y entornaba los ojos en un intento de precisión milimétrica.
-- Santos, Rooks y Andrea preparaos para el acoplamiento. Enfundaos los trajes de atmosfera y esperad a mis indicaciones -- Luccio evidenciaba claros síntomas de nerviosismo.
                Sin mediar palabra los tres tripulantes se dirigieron por la puerta ubicada en la parte trasera del puente de mando hacia la bodega de carga de la NE-111.

-- Menuda movida, la NC-1099. ¿Dónde se ha metido todo este tiempo?-- Rooks se atusaba la chaqueta mientras se peinaba el escaso pelo que tenía.
-- Lo extraño es que no la hayan localizado antes, está en la ruta de aproximación hacia la mina de rodio -- La sensualidad de Andrea era equiparable a su robustez. La tripulante más joven de la NE-111 era una mezcla de feminidad y Conan el bárbaro. Podía levantar dos veces su peso sin despeinarse y su poca paciencia la convertía en aplaudidora de caras profesional.
-- Ahora sabremos que pasó -- Santos era el veterano de la tripulación. Aunque su aspecto era frágil y espigado podía reducir con dos movimientos a cualquier jovenzuelo con aires de grandeza que saliera de la academia. De hecho escarmentó a varios cuando impartió clases de supervivencia en la escuela de formación espacial.
                La puerta de acoplamiento quedaba a escasos metros de los tres tripulantes, a cada lateral había cinco trajes de atmosfera con un complejo sistema de acoplamiento metálico. Se dispusieron a enfundarse en sus respectivos uniformes, que llevaban el nombre impreso en una solapa en el pecho y el casco.
Expulsaron un vapor blanco cada vez que encajaban las piezas principales hasta que, en último lugar, ajustaron el casco y entró en funcionamiento las capsulas de oxígeno.

                -- Preparados para el acoplamiento. Dos metros hasta la unión. ¿En posición?
La voz de Luccio invadía los cascos de la avanzadilla de la NE-111. La intercomunicación funcionaba a la perfección y mientras hacían pruebas con el exoesqueleto del uniforme aprobaron la orden de su comandante.
-- Aproximación correcta a la cámara de presión para el acoplamiento -- Santos dejó pasar a los demás hasta cerciorarse que todo estaba correcto -- Avanzadilla preparada, me dispongo a cerrar la escotilla.
El veterano accionó la palanca que se situaba cerca de la puerta, quedando en una estancia cerrada junto al portón.
-- Estamos listos.

La NE-111 abrazó las argollas de acoplamiento de la puerta trasera de la NC-1099. Giraron sobre sí mismas hasta emitir un sonoro ¡click!
-- Nos disponemos a igualar presión con la nave colona. Cuando la señal lumínica lo permita abordad la nave -- La voz metálica de Luccio era nítida y clara.
La señal lumínica de la puerta de acoplamiento estaba roja, comenzó a emitir un sonido ascendente hasta que expulso un siseo y se tornó verde.
-- Señal lumínica en verde. Accionamiento de la exclusa.

                La puerta se abrió en forma romboide y dejó a la vista ciento cincuenta años de incógnita. La oscuridad se adueñaba de los tres largos pasillos que desembocaban en un hall junto a la exclusa.
-- Activamos señal de vida orgánica -- Rooks sacó de su traje tres esferas pequeñas. Las lanzó hacia la nave vecina hasta que se detuvieron flotando en el aire emitiendo destellos lumínicos. Cada una tomó un pasillo y podía observarse en intermitencia la profundidad bajo los destellos emitidos. Rooks miraba una pantalla en su traje que dibujaba el plano que iban trazando las esferas. Cuando pasaron unos minutos rompió el silencio.
-- No se ha encontrado signos de vida, la nave está vacía.
-- Bien Rooks, mantén activo el sistema de exploración -- la voz de Luccio comenzaba a titubear-- Separaos y explorar los tres pasillos. Punto de reunión en puente de mando de la NC-1099.
-- Entendido.

                Al entrar en la nave perdida la curiosidad se hacía cada vez más patente. ¿Qué le habría pasado a la tripulación? ¿Cómo había aparecido allí de repente?
Los tres tripulantes comenzaron su exploración, cerrando tras de ellos la exclusa, quedando completamente a merced de la duda y la NC-1099.

                Rooks tomó el pasillo central en busca del generador de gravedad. Los haces de luz que surgían de su casco alumbraban un entramado lleno de cables y costillas metálicas que convivían con un suelo de placas de aluminio.
La pantalla de exploración le informaba de la posición de sus dos compañeros con puntos intermitentes de color verde, mientras los pasillos de la NC-1099 se dibujaban en un azul de poca intensidad.
Cuando llegó al centro de la nave se cercioró del estado de la capacidad de combustible de la nave, quitando la capa de polvo de una pantalla observó que se mantenía al noventa por ciento.
-- Comandante, la capacidad de combustible es del noventa por ciento. Pido permiso para activar el sistema de gravedad y el sistema eléctrico de la nave para poder explorar compartimentos estancos.
Un sonido rasgado de comunicación dificultosa se manifestaba en el casco -- Permiso concedido.
El tripulante accionó una palanca y presionó el botón de arranque. La nave comenzó a emitir un lamento sonoro que la invadía por secciones. Rooks sentía el peso en su traje y como su cuerpo se posicionaba en una postura más cómoda. Poco después las luces comenzaron a encenderse asemejándose a una tirada de fichas de dominó en fila.
La NC-1099 volvía a la vida.

¡Tic!¡Tic!¡Tic!
La pantalla mostraba un punto más en la nave, que se movía del puente de mando hacia la posición de Santos.
-- Luccio ¿has entrado en la nave?-- comentó con nerviosismo Rooks.
-- Negativo. Rico y yo permanecemos en el puente de mando.
-- Santos una forma de vida se acerca a tu posición – Rooks titubeaba.
-- ¿Cómo? No me jodas calvo-- El veterano comenzaba a ponerse nervioso.
-- Prepárate para contacto visual en cincuenta metros.
-- Santos debes tranquilizarte, tienes las constantes disparadas – La voz de Luccio no ayudaba a tranquilizar a nadie.
-- ¡Joder! Es muy fácil decirlo.

¡Tic!¡Tic!¡Tic!
                Santos avanzaba con precaución por el pasillo iluminado, a diez metros describía un giro de noventa grados y no podía observar que había más allá.
Cuando llegó a la esquina se posicionó de espaldas para observar con lentitud, asomó parte del casco y no había nadie.
-- Rooks revisa esa mierda de aparato, aquí no hay nada.
-- ¡Se mueve rápido, muy rápido!

                Las luces del pasillo se apagaron de repente. La luminosidad proyectada por el casco de Santos ahora parecía escasa y a sus ojos les costaba acostumbrarse.
Algo se movía detrás de él, con rapidez se giró pero sólo podía percibir como se escapaba a su campo de visión.
-- ¡¿Qué eres maldita sea?!
-- ¡Santos, sal de ahí! -- la advertencia de Andrea llegó tarde por el intercomunicador.
                Un gran golpe desplazó a Santos por los aires hasta colisionar con las paredes llenas de cables que conformaban las paredes de los pasillos. Una gran cascada de chispas invadió la estancia pudiéndose observar una silueta alta, de dedos alargados y piernas esqueléticas. Aquella imagen le dio pavor.
La luz volvió y la forma se desvaneció. Santos observó su pecho y pudo ver con espanto como sus piernas estaban separadas de su tronco. La sangre emanaba a borbotones mientras sentía un gran cansancio y cerraba los ojos.
Las constantes vitales del veterano se apagaron y Luccio pudo observar como su punto intermitente se desvanecía.
-- Rooks, Andrea. Rescatad a Santos y traedlo de vuelta. ¡Es una orden!

®Juanjo Reinoso