domingo, 13 de enero de 2019

NC-1099 //PARTE 5// CAPITULO FINAL



                Para Rooks el miedo siempre había sido algo psicológico. Podías vencerlo si pensabas lo suficiente en dominar tus debilidades y al final, después de mucho autoconocimiento, lograbas inhibir los sentimientos que iniciaban cualquier terror.

Eso le habían enseñado en los años de reclutamiento, a ocultar bajo un velo de oscuridad todo aquello que era susceptible de crear temor, horror, locura. Pero no le habían iniciado en la manifestación de aquellos miedos, la corporeidad de los terrores era una lección que había saltado sin la necesidad futura de poderla enfrentar, y allí se encontraba, clara como el agua destilada de los condensadores de atmosfera.

Rooks se encontraba ante el terror más perturbador de su infancia, el señor del sombrero.



-- Te esperé durante tantos años; acurrucado en los temores más oscuros de tu conciencia, acompañado por infinidad de terrores nocturnos que me dejaban en una situación débil. Permanecí en el rincón de tu habitación, en aquella esquina donde nunca llegaba la luz en la tranquilidad de tus sueños, aguardé hasta que los otros temores se hicieran cada vez más pequeños hasta desaparecer y sólo prevalecer yo, como único terror para poder manifestarme como realidad.

El señor del sombrero mostraba unas fauces terribles donde los dientes se alternaban afilados sin ningún tipo de orden. Un rostro plano y oscuro se resaltaba por dos pequeños puntos brillantes que actuaban como ojos, no se distinguía ningún rasgo humano en aquellas facciones terribles.

-- ¿Qué haces aquí? -- el semblante de Rooks era la manifestación de la incertidumbre más macabra que las expresiones humanas pudieran mostrar.

-- ¿Crees que todo esto es casualidad? El tiempo es una delgada línea que corre a través de los deseos moldeables de la luz y la oscuridad. Para mí fue ayer cuando abandoné tu habitación en la Base Colonial pero para ti ha pasado mucho tiempo. No eres nada comparado con los designios que han sido escritos para ti. Yo soy tu penitencia manifestada a través del tiempo, el castigo que te ha sido otorgado por querer tocar el paraíso sin ser merecedor de tal privilegio.

-- ¡Yo no quise hacerlo! Me obligabas metiéndote en mi cabeza.

-- ¿Quizá importa si querías o no hacerlo? Tuviste la capacidad para negarme, tantas veces como asesinatos cometiste. Eras un niño pero eso no te eximía de los terrores que habías creado en los rostros de aquellos que descuartizaste mientras sonreías. Así nací yo.

-- Ya acepté mi culpa, ¿crees que no me he arrepentido durante años de mi locura? Pero me dieron una oportunidad de mejorar y poder ser útil. No dejo de lamentarme por todo lo que hice pero necesitamos perdonarnos a nosotros mismos y seguir adelante.

-- ¿Quizá has pedido perdón a todos aquellos que decidiste borrar de la existencia?

-- Cumplí mi castigo.

-- No Rooks, es ahora cuando lo cumplirás.



                En su mano derecha Rooks agarraba una palanca de emergencia manchada de sangre. El traje de atmosfera había desaparecido y estaba en la zona de carga de la NE-111. A sus pies, el comandante Luccio permanecía inmóvil con una gran brecha en la cabeza que dejaba ver el cerebro, estaba muerto.

Pudo ver a su alrededor que Santos, partido en dos, yacía junto a los cambiadores seguido de un rastro de sangre que procedía de los pasillos de la NC-1099 ahora en tinieblas.

Andrea estaba amarrada junto a la puerta de acceso de la nave y permanecía inconsciente.



UN MINUTO PARA LA FISIÓN DEL NÚCLEO.



La inteligencia artificial de la NE-111 comenzaba la cuenta atrás antes de la destrucción de la nave.

Rooks cerró las puertas de la exclusa y activó el propulsor de emergencia, quedándose en la NC-1099. Un chasquido metálico accionó los motores auxiliares de la exclusa separando a la NE-111 a gran velocidad hasta quedar reducida a un punto en la inmensidad del espacio.

Una gran explosión se manifestó con alta luminosidad proyectándose a través de las escotillas de la NC-1099. Rooks pudo observar como todos aquellos rostros que había masacrado se revelaban ante él como un ejército de tinieblas, con miradas oscuras como agujeros negros y cuerpos blancos.

Ahora comprendía lo que ocurría bajo la carcasa metálica de aquella nave que había viajado por zonas prohibidas hasta volver siendo una manifestación de la oscuridad. Sólo necesitaba alimentarse de aquello que había sido tan antiguo como la misma humanidad: El mal.



-- Rooks, al final te encontramos.

-- ¿Qué queréis?

-- Ahora alimentarás este infierno.



Los gritos de Rooks no podían ser socorridos, estaba solo, entre la oscuridad y el miedo. Sólo podía experimentar el dolor al ser despedazado por un millar de objetos cortantes que atravesaban su piel.

Sufrimiento y dolor.

Sufrimiento y dolor.

Sufrimiento y dolor.

®Juanjo Reinoso

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