Maca
estaba acostumbrada a las largas estancias en el hospital. Tenía la capacidad
de estar de una pieza mientras su mundo se tambaleaba. No era una virtud nata,
cuando eres el acompañante de una enfermedad durante tantos años, algo en tu
cuerpo se activa y aquella vacuna volvía a ser efectiva. Por desgracia, el
miedo a la pérdida regresaba y esta vez no estaba dispuesta a ser una mera
espectadora.
- De nuevo lo conseguiste. Me hiciste picar el
anzuelo, creí que después de tantos años volverías a ser la figura que tanto
añoré pero de nuevo desapareces y me dejas aislada, con dolor y a la espera.
<<
La espera del no saber que pensar.
Maca agarra con fuerza la mano de su padre,
postrado en la cama del hospital. Varias máquinas mantenían sus constantes y la
habitación se sumergía en un diapasón de sonidos que protegían la vida del
anciano.
-
Nunca te pedí nada. Pensaba que no podrías ofrecerme gran cosa, te vi durante
tantos años desde el tímido anonimato imaginando que algún día cruzarías la
puerta de casa y me llevarías contigo, junto a mamá. Pero esa fantasía nunca
llegó.
<<
Y reapareciste con aquella prueba que sabías era mi punto más débil. La súplica
de mamá, conocías de sobra que nunca podría negarme.
<<
No es justo, nunca lo has sido conmigo.
Las lágrimas brotaban tímidas en el
rostro de Maca mientras las horas pasaban rápidas en una especie de time-lapse.
-
Buenos días - el joven doctor entraba
a la habitación, su porte era recto pero mostraba una llamativa preocupación
que no podía ser camuflada.
-
Buenos días doctor - Maca lucía unas agudas ojeras que le demacraban el
rostro.
-
Me temo que no soy portador de buenas noticas, Marcos no se encuentra en un
estado que tenga posibles curas. Tiene afectados varios órganos y cada vez su
cuerpo va mostrando más síntomas de fatiga.
-
¿Qué quiere decir?
-
Su padre se está muriendo y no podemos hacer nada para impedirlo. Lo mejor es
mantenerlo en coma inducido hasta que su cuerpo se apague.
-
¿Pero no se puede operar?
-
En su estado llevarlo a quirófano significaría la muerte, no aguantaría el
proceso.
¿Qué significado habían tenidos estos
meses? Maca encontró la felicidad por momentos, pudo experimentar que las
sonrisas podrían ser verdaderas y todo en su vida no era un fracaso. Su
juventud, marcada por la soledad de una madre abnegada en proteger a su hija,
manteniéndola en una burbuja para mostrar la invisibilidad de la ausencia del
padre. Su matrimonio con un hombre más preocupado en no perder su bienestar,
utilizándola como pieza de sustento en una vida llena de complejos.
Sólo sonrió cuando observó la mueca de
su hijo al nacer, y desde hace pocos meses, sintiéndose protegida por su padre como
siempre deseó.
-
Maca, ve a la cafetería tómate algo y despeja la mente. Esto puede durar días o
meses, que no te consuma - El doctor le agarraba el hombro mientras una
leve sonrisa le agudizaba las marcas de expresión - Levántate y come algo, te hace falta.
Poca era su ayuda en esos momentos, por
lo que se decidió a levantar sus entumecidas piernas, llevando sus pasos hacia
la cafetería del hospital.
-
Gracias doctor.
- ¿Pero qué pretendías tomándote esas
pastillas?
La voz de Patricia se quebraba rompiendo
las últimas vocales, sondando sordas. La incertidumbre en su rostro era tan
evidente que Claudia comenzaba a sentir verdadera culpabilidad.
-
Lo siento mi niña. No sé qué me pudo pasar por la cabeza en esos momentos -
Aunque su tía sabía a la perfección cuales eran los motivos que la habían
llevado a cometer semejante atrocidad.
-
La suerte es que ese medicamento sólo da somnolencia y cagalera - La broma de
Noelia irrumpió en el momento adecuado.
-
Sí, me podrías haber avisado. Tengo el culo escocido - La carcajada de
Claudia resonó por los pasillos siendo acompañada por la bromista, aunque
Patricia sólo sonrió de medio lado.
-
Te parecerá gracioso, pero menudo susto nos has dado.
-
Cariño, ten piedad de tu tía convaleciente.
-
¿Convaleciente? Me vas a obligar a llamar al doctor y revelarle que en realidad
has tenido un desgarro anal por una loca noche de sexo - Patricia comenzó a
reír con malicia.
-
¡Ni se te ocurra! Yo no tengo edad para esas cosas, ni ganas. ¡A mis años!
-
A tus años hay gente muy activa sexualmente - Noelia se unía a la burla.
-
Y también hay gente que practica sexo con coches y eso no quiere decir que esté
bien - Claudia comenzaba a sonrojarse.
-
¿Cómo sabes eso tía?
-
Un móvil con internet y el señor google es una mala combinación para una pueblerina
como yo.
Las
risas invadían lo que horas antes eran sollozos y preguntas. Claudia sabía de
su estupidez y aquella distensión del ambiente le otorgaba la ventaja de no
tener que excusarse ante su sobrina.
Patricia no entendía cómo podía haber
llegado a ese extremo. Conocía bien a su tía y no podía comprender como una
mujer que había luchado tanto en la vida fuera derrotada por un mastuerzo
como su marido.
Noelia, sin embargo, era la nota
conciliadora. Ella estaba ahí para dar la debida dosis de cordura en un momento
complicado, ante todo quería a Patricia y eso también le hacía preocuparse por
Claudia.
-
Tía, tenemos que decirte algo importante - La seriedad en el porte de
Patricia hizo cortar las risas de raíz, aunque Noelia seguía manteniendo una
sonrisa.
-
¿Sí, mi niña?
- Hemos
pensado durante mucho tiempo - Patricia coge la mano de Noelia - Y después de mucho meditar pensamos que
puedes ayudarnos.
-
En lo que necesitéis.
-
Va a ser algo duro, difícil. Quizá haya gente de la familia que no entienda lo
que vamos a hacer.
- ¡Al
cuerno con la familia! Decidme en que os puedo ayudar.
-
¿Estás dispuesta a sacrificar tu vida en el pueblo y venirte con nosotras?
Claudia no entendía esa petición.
-
¿Qué necesitáis de mí?
-
Ahora que es oficial y pienso es un buen momento. Estoy embarazada y
queremos que seas la abuela de este bebé.
Las lágrimas fueron inmediatas en el
rostro de Claudia. Una manifestación excelsa de sentimientos brotaron como agua
desbordada de sus profundidades hacía el exterior. Años de dolor, impotencia,
lucha y calamidades se perdían en el abismo del olvido para recibir aquella
noticia como el más divino milagro que le podían otorgar los dioses.
-
¿Qué contestas a esto Claudia? - Noelia estaba impaciente por una respuesta.
-
Nada me haría más feliz. Por supuesto que sí.
-
Pues nada más que hablar. A celebrarlo a la cafetería - sentenció Patricia.
El
sonido de la ambulancia se introducía en los oídos de Fabio como una nota
desafinada en la sinfonía de una orquesta. Los sanitarios le miraban con inquietud
pero él sólo se preocupaba en mantener agarrada una cajita negra del tamaño de
un paquete de cleenex.
- ¿Cómo
se encuentra señor Fabio? - le preguntaba un sanitario mientras lo auscultaba.
- Pues
me acabo de beber medio litro de champú por error, ¿cómo quiere que esté?
-
Mal - responde el muchacho mientras se deshacía del aparato.
- Muy
observador.
Los primeros dolores abdominales se
hacían notar y Fabio comenzaba a preocuparse de haber elegido el peor método
para ser ingresado en el hospital.
-
Tenemos que realizarle un lavado de estómago en cuanto lleguemos. No va a ser
agradable y debemos despojarle de todos los elementos personales que tenga
encima.
-
La caja no, es mi amuleto de la suerte.
-
Lo siento señor, pero debe entrar sin nada personal.
-
¡He dicho que no!
El sanitario desistió en el intento y
comenzó a quitarle reloj, pulseras, colgantes y colocarlos en una caja adosada
a la camilla.
-
Cuando se sienta preparado de dejar su amuleto, puede depositarlo en esta caja.
-
De acuerdo joven.
-
Muy amable.
-
Mientes, soy un desagradable.
El profesional comenzó a sonreír ante la
declaración del italiano.
Habían
llegado al destino y las puertas traseras de la ambulancia se abrieron de par
en par. De manera orquestada el personal comenzó a sacar la camilla y con
extrema rapidez desplegaron las patas con ruedas y entraron en el
hospital.
- ¿Fabio?
Una voz conocida hizo girar la cabeza
del “romano” y se encontró a Noelia apoyada en una de las paredes cercanas.
-
¡Qué alegría verte Noelia! ¿Puedes venir?
-
¿Qué te ha pasado Fabio?
-
No tiene importancia. Toma esto - el empresario le entrega la cajita negra.
- Llama a Marta Cabali y le entregas esto.
Es importante que la tenga ella, por favor ¿me haces ese favor?
-
Sí, por supuesto Fabio. ¿Algo más?
-
Llama también a Lourdes para decirle que estoy ingresado pero bien ¿tienes su
teléfono?
-
Por supuesto, tengo toda tu agenda. Ya sabes que me encargo de tu empresa -
Noelia sonríe a Fabio.
-
Fue la mejor decisión que he tomado.
Mientras Noelia observa estupefacta la
caja negra que le había entregado Fabio, el equipo médico empuja la camilla
hasta hacerla desaparecer entre los largos pasillos del hospital.
En el interior, dos pen-drives sin
ninguna marca distintiva de su contenido.
Noelia busca su móvil en el bolso y al
encontrarlo desbloquea con huella el terminal, buscar en agenda.
-
Marta Asensio, Marta Bonilla, Marta Cabali. Vale.
Llamando…
©Juanjo Reinoso
No hay comentarios:
Publicar un comentario