Las ventanas del hospital se
empañaban por la incesante lluvia del exterior. Lograban extenderse como una
niebla vaporosa que invadía el frontal acristalado de la sala de espera y
dejaba un turbio reflejo del exterior alborotado por el viento.
Los niños saltaban de
silla en silla, entonando un cántico de chillidos y balbuceos que desquiciaba a
un señor que no paraba de negar con la cabeza y murmurar palabras malsonantes.
Aquel micro-sistema
reflejaba todos los males del mundo. Por un lado una señora sollozaba por la
pérdida de algún ser querido. Junto a las máquinas expendedoras un joven, de
unos treinta años, miraba con fijación el suelo intentando descifrar si aquel
mármol podría desvelar el porqué de su malestar. Una madre mecía a su bebé
mientras hablaba nerviosa con una señora mayor sobre el estado de salud de su
hermano y las dificultades de salir de aquella situación.
La muerte se olía en
cada rincón de aquellas paredes blancas, otorgando ese néctar característico
que recordaba a largos pasillos con luces fluorescentes y sábanas blancas de
franjas verdes.
A Marta nunca le gustaron los
hospitales, le recordaban a su infancia rota superada a costa de la niñez. No
pisaba uno si no era por causas mayores y la llamada de Noelia le había
inquietado tanto que consideró que aquella visita merecía cruzar aquel lugar
que le provocaba tanta fobia.
- ¡Marta! Ya estás aquí, gracias por venir - Noelia surgió a través
de la multitud agolpada en la sala de espera. Junto a ella una mujer joven la
agarraba de la mano acompañándola.
- ¿Qué le ha pasado a Fabio? - la pregunta surgió con titubeo de la
boca de Cabali.
- Parece que se ha intoxicado con algo que ha bebido, pero lo que me
inquieta es que me dijo que esto era para ti.
Noelia le entrega una
caja negra. Marta la abre y encuentra dos pen drives sin ningún distintivo. Los
pensamientos comenzaron a agolparse en infinidad de posibilidades. ¿Qué podría
pasar por la cabeza de Fabio para entregar esos artilugios de información en un
hospital después de un ingreso?, ¿qué contenían?
- Ya he dejado el coche Marta, el aparcamiento en este hospital es
horrible - Luís se detenía junto al grupo improvisado.
- Bien. Noelía te presento a mi novio, Luís.
- Luís de la Vega, si conozco su columna de opinión - se estrechan
la mano - Ella es mi pareja, Patricia.
- ¿Eres Patricia? Tenía mucha ganas de conocerte - Marta se
presenta con dos besos - ¿Qué hacíais en
el hospital? Si no es una pregunta descarada.
- La tía de Patricia está ingresada y veníamos
a verla.
- ¿Pero está bien?
- Sí, ya está fuera de todo peligro - respondió Patricia.
- Me alegro. ¿Dónde está Fabio? Quiero preguntarle un par de cosas.
- Pregunta en información, a ver si puede recibir
visitas.
- Gracias, Noelia. Esperemos que se encuentre bien. Encantada Patricia.
- Lo mismo digo.
La angustia de no saber que
pensar. Para Lourdes, Fabio había sido todo su mundo durante años difíciles
pero también un gran enemigo durante tantos otros. ¿Preocupación o justicia?
Los sentimientos surgen de las maneras más peculiares y lo que pensamos que un
día puede ser negro descubrimos, con asombro, que puede ser blanco.
Lo quiso, hubo un
tiempo que hubiera dado todo por defenderlo y sin embargo, veía algo bueno en
todo aquello. No sentía pena, era imposible buscarla en lo más profundo de su
corazón, no existía.
Pero, ¿qué era esa
sensación de miedo a la pérdida? No lo entendía.
- No hay ningún sitio libre - Manolo golpeaba
el volante con rabia alargando el cuello hacia su izquierda y derecha en busca
de un hueco inexistente.
- Alguno habrá, no te preocupes - la calma de Lourdes era un
tranquilizante para Lolo.
- ¡Mira ahí sale uno!
- ¿Ves? La paciencia siempre obtiene sus recompensas.
Para Manolo todo aquello era
bastante extraño, pero más raro aún era ver a su hermana preguntando por el exmarido
de Lourdes en información junto a ellos.
- ¿Manolo? ¿Qué haces aquí? - la extrañeza
de Marta era la misma que la de su hermano.
- Vengo con mi pareja, Lourdes. Su exmarido está ingresado.
- ¿No me digas que estás con Lourdes,
hermanito?
- ¿Es tu hermano? - Lourdes no daba
crédito.
- Sí - Marta estaba en una especie de reseteo.
Las risas comenzaron
a hacerse demasiado sonoras por parte de Marta y Lourdes bajo la mirada
incrédula de Manolo que aún estaba intentando asimilar que estaba pasando.
- Ya me contarás que le has visto a mi hermano - se mofaba Marta.
- Aún estoy en la búsqueda - Lourdes guiñó a Lolo - Tiene un encanto andaluz que me vuelve
loca.
- Serás la única.
- Muy graciosas, festival del humor a costa del Cabali.
- ¿Marta, Lolo?
Las miradas se
centraron en aquella mujer que llamaba en la lejanía a los dos hermanos. Sus facciones eran una sombra que marcaba un rostro demacrado. Mejores años habían
vivido aquellos ojos que permanecían apagados, tristes y vacíos.
- Maca, ¿qué te pasa? - Manolo reconoció
al instante a la que había sido su mujer durante tantos años.
- Mi padre, se muere - Las lágrimas comenzaron a brotar de sus
mejillas.
La impotencia se
manifestaba en el cuerpo de Maca, nunca aquel sentimiento había sido tan físico
y tan palpable en una persona.
Y se desvaneció, como
el girasol que se quiebra al viento hasta topar su fruto con la tierra,
esperando que las semillas la fecunden con la decadencia de su experiencia.
Pero aquel tallo quebrado buscaba el descanso, de alguna manera u otra y golpeó
el suelo con el sonido hueco que recordaba al llanto de las mandrágoras.
Patricia corrió hacia Maca, incorporándola sobre sus piernas mientras llamaba a gritos a algún
sanitario. Manolo estaba petrificado, reconoció al instante a Patricia que
sujetaba a su exmujer asemejándose a la Pieta de Miguel Ángel.
Marta, Luís, Noelia y
Lourdes se acercaron a Maca mientras las enfermeras de información salían en
estampida en dirección a aquella mujer inconsciente.
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¿Qué cielo era
este? Los tonos rosas, violetas y ocres que se mezclaban con las nubes. Una
tierra de un verde demasiado intenso. Ondulante e infinita.
El horizonte no era uniforme, se mezclaba con las frondosas colinas y
los cúmulos blancos que formaban la bóveda.
Mis dedos despedían una luz cálida que se difuminaba hasta perderse en
débiles destellos que se disipaban en la neblina.
Estaba desnuda, pero mi piel no era tal y podía ver cada parte de mi
interior, traslucida e indefinida. ¿Qué estaba pasando?
Una cuerda brillante nacía de mi ombligo hasta toparse con las raíces de
un árbol cercano, unido a él mediante el flujo de luz que nos mantenía vivos y
briosos. Intento agarrar aquel cordón umbilical, pero las manos atraviesan su
corporeidad sin poder sentir cuál es su sensación al tacto.
- Mi querida niña.
Aquella voz familiar me embriagaba los oídos, hacía tanto tiempo que no
escuchaba ese tono dulce que me llenaba el corazón y me protegía con el simple
hecho de existir.
- Me despedí demasiado pronto, ahora lo sé. Quizá no fui la mejor
madre, también soy consciente. He visto demasiadas cosas, tantas que puedo
enumerar cada una de ellas con la pasmosa habilidad de un matemático avezado,
aquí todo parece tan sencillo y a la vez tan complejo. Maca no me extrañes
porque estoy en ti y en cada rincón de tus pensamientos.
Mi madre Marina, era su rostro, su cuerpo pero aquella luz especial que
la envolvía y le hacía parecer etérea la exponía bella, como siempre, aunque
con un inusual encanto que le otorgaba una calidez divina semejante a la
primera vez que observas el mar y su infinidad.
-¿Qué hago aquí? - expuse con la incredulidad de cualquiera que
estuviera en mi situación.
- Te estás muriendo y estoy aquí para decirte que sería un error. Todos
tenemos una misión en la vida que nos ha tocado experimentar, aún no has cumplido
la tuya. Incluso no te has redimido de lo básico y debes cumplir todo lo que
firmaste al bajar a la tierra y nacer como ser humano. No te engañes, el
sufrimiento y padecer que se experimenta ahí abajo sólo es una prueba a
superar; lo que elijamos en esa vida sólo dictaminará si debemos repetir o avanzar
al siguiente nivel.
- ¿Qué me quieres decir?
- No puedo decir mucho más. Comprenderás cuando decidas que tu misión
ha sido cumplida y vuelvas a nosotros para pasar tu juicio.
- Gracias hija, me hiciste ver que mi vida fue un error. Tú eras mi
misión en esta vida y ha sido completada, tarde pero cuando tenía que ser - Era
Marcos, mi padre, ahora era parte de aquella incorporeidad - No llores por mí,
este es el siguiente paso. Sólo puedo agradecer cada momento que me has
dedicado porque ha sido único y es la mejor experiencia que me llevo. Ahora
debo pasar mi juicio pero tú debes volver con los tuyos. Hay mucha gente que te
espera.
- Adiós mi niña.
Ambos se despedían mientras la oscuridad se adueñaba de todo aquella
grandiosidad hasta hacerse la más negra noche que jamás había visto.
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El techo de una habitación se
manifestaba ante los ojos de Maca. El rítmico sonido de una maquina quebraba el
silencio.
A su izquierda, en un
sillón, su exmarido dormía recostado de medio lado en una posición muy
incómoda.
- Lolo - intentaba decir con un hilo de voz, pero era casi imperceptible
- ¡Lolo!, ¡¡Lolo!!
Esta vez Manolo
despertó y con los ojos muy abiertos le dijo - ¡Maca! ¿Cómo estás?
- ¿Y mi padre?
- No te preocupes de eso ahora, tienes que
descansar.
- ¿Dónde está mi padre, Lolo?
- Tu padre - una gran pausa se extendió
como un virus mortal - murió hace unos
días.
- Lo sé, hablé con él - Una sonrisa se
adueñó de su rostro mientras caía en un profundo sueño relajador.
La habitación del hospital
parecía pequeña. La grandiosidad del mundo que había presenciado hacía de lo
terrenal algo pequeño, mundano y oscuro.
Maca recogía sus
pertenencias y abría los cajones para tomar las últimas cosas que tenía en el
armario. Le habían comprado un bonito vestido para ese día, el alta médica no
sólo le sentaba bien sino que aquel atuendo era de las cosas más bellas que le
habían regalado nunca. Se sentía guapa, atendida e importante. Hacía mucho que
no se había sentido así.
En uno de los cajones
había algo inusual; un pen-drive con una nota:
Querida Maca:
Este pen-drive es una pertenencia muy valiosa, te lo entrego como
símbolo de confianza. Sólo guárdalo y mantenlo fuera de todo alcance. La
información que contiene, bien utilizada, puede ser poderosa.
Espero sepas comprender la responsabilidad que dejo a tu cargo pero no
conozco una persona más integra que tú.
No se lo cuentes a nadie, sólo búscale un lugar seguro.
Gracias por ser
como eres.
Marta Cabali
Maca guarda aquella “piedra de roseta”
en un lugar seguro, dentro del bolsillo con cremallera que disponía su bolso y
se dispone a abandonar la habitación.
Fuera la esperan
viejos y nuevos amigos: Lolo, Marta, Luís, Lourdes, Noelia, Patricia, Fabio,
Claudia y su hijo.
Quizá esta vida
merezca ser vivida como se nos expone y disfrutar de los momentos que nos
ofrecen las experiencias.
Vivámosla sin esperar
nada a cambio y así nos sorprenderemos cuando decida recompensarnos.
®Juanjo
Reinoso
Definitivamente, muy a flor de piel todo, hasta la apoteosis del penúltimo fragmento. Con ese limbo expresionista (y existencialista, crudamente melancólico) en el que la piel se vuelve traslúcida y delata las vísceras internas. Esa es una buena metáfora para englobar, como en una carcasa de humanidad frágil, el conjunto de todas las entregas de la serie. Un único cuerpo dividido en órganos vitales distintos pero conectados entre sí. Órganos que enferman a veces de forma independiente, pero ayudan a que el conjunto permanezca vivo, como en la misma sociedad. Luego, es cada individuo el que tiene que mantenerse en pie.
ResponderEliminarCuando te dan el alta en un hospital (o sales de una crisis, o de un pozo) vuelves a ser libre. De cordones umbilicales y de cables… pero vuelves a estar solo.
Valiosa cirugía emocional la tuya. Con el bisturí afilado pero sin salpicar con casquería al lector, que es el recurso fácil del realismo, incluso cuando la sangre no es explícita. Lo tuyo es más sutil que eso. Enhorabuena.
Espero lo que venga en adelante, sea del género que sea. Para sorprenderme bien.
Buen trabajo.
Un placer tenerte por aquí Bonifacio.
EliminarGracias por la crítica y opinión.
Describes muy bien lo que quiero decir y ver al lector.
Un abrazo y nos leemos!