El reloj de pared marca las cinco. Los
toques sonoros retumban por quintuplicado, recuerdan al eco emitido por
los agujeros de los pozos donde solía
gritar de niño.
Fue en esos días tempranos de mi infancia
cuando decidí ser cantante, ya han pasado sesenta años desde aquello.
Cuando deseas algo con fuerza y crees que
tú felicidad sólo depende de la realización de ese sueño, obvias las verdades
universales y te entregas al arduo trabajo de conseguir tus metas sin importar
que pierdes en el camino.
Los errores son algo humano y por
supuesto, yo no me he librado de cometerlos, incluso de repetirlos hasta la
saciedad por el único objetivo de ser feliz, o por lo menos eso creía. Soy consciente ahora de lo inútil de todo ese trabajo construido durante años. La ambición es
caprichosa y cuantas más metas alcanzas, más necesitas. El final de todo esto
es una constante frustración al no poder alcanzar el cielo, cuando su límite es
infinito e inabarcable.
Pensaba que los huecos existenciales se
rellenaban con logros materiales pero de nuevo me equivocaba. Los espacios
cedidos a los sentimientos no pueden ser rellenados con hechos banales, con
éxitos tangibles, ni con dinero; Nunca el dinero conseguirá nada importante.
Estoy
nervioso. Esos mismos nervios que preceden al comienzo de un concierto. Nunca
me acostumbré a los diez segundos caóticos de entrada a escenario, se me hacían
eternos hasta que comenzaba a cantar. Cuando cantaba, todo fluía en
crescendo hasta sentirme cómodo, poderoso, con talento… dueño de mi destino.
Pero esto no tenía nada que ver con mis
recitales a miles de personas. Ahora mi público era escaso, la más exigente
crítica a la que me tenía que enfrentar; mi hija.
Llega
media hora tarde. Odio la impuntualidad, he logrado apreciar el valor del
tiempo y perderlo conlleva no recuperar ningún instante invertido en cosas
inútiles, como la espera.
Aunque para ella he estado ausente la
mayor parte de su vida, quizá mi hija piense que yo sea su pérdida de tiempo.
Lo tengo merecido, esperar es un precio a pagar por no haber existido durante
años, pero sigue sin gustarme, alguien como yo no debería esperar nunca.
¡Ding
– Dong!
El sonido del timbre rompe el diapasón
marcado por el péndulo del reloj y me dispongo a abrir la puerta. El largo
pasillo hasta la entrada me sumerge en un tira y afloja de sensaciones que se
manifiestan confusas ante la presencia de la única persona que me da miedo,
hacia aquella niña que ahora tiene su propia vida y ha logrado subsistir sin la
necesidad de mi presencia. En pocas ocasiones me he sentido inútil pero con
ella siempre he sido inservible, un cero a la izquierda.
- Hola Maca. Que bueno tenerte aquí – son
las únicas palabras que logro articular ante el aluvión de sentimientos que se amalgaman
dentro de mí.
- Hola
Marcos, perdona por la tardanza. Había un poco de tráfico y en esta zona es
complicado aparcar – sonríe. Aquella sonrisa me llena el corazón, resuelve
todos los problemas que advierto a diario. Me doy cuenta de cuan estúpido he
sido, su sonrisa sí me hacía feliz y se expuso de manera gratuita. Toda
una vida de búsqueda se manifestaba inútil y encontraba la felicidad en aquella
cosa tan banal, tan cotidiana.
-
No te preocupes hija.
La
tetera desprendía un hipnotizante zigzagueo de vapor. El agua estaba
en el punto idóneo para tomar un buen té.
Coloco las tazas y vierto el contenido
con lentitud.
-
Es un té negro ahumado procedente de las montañas del sur de China. Elaborado
de manera artesanal por monjes tibetanos. Es complicado conseguirlo en España,
aunque tengo mis contactos - guiño a mi hija
mientras termino de llenar su taza.
-
Lástima que no seas tan constante para otros menesteres de la vida padre. Te
hubiera ido mucho mejor - Maca realiza una
incómoda pausa - ¿Para qué me has
llamado?
Estaba esperando esa pregunta. Me había
preparado el mejor discurso para hacer menos incómodo el envite. No estaba
seguro de su reacción, no estaba seguro de nada con ella.
-
Hoy hace cinco años de la muerte de tu madre. He pensado que deberíamos
recordarla como es debido. Fue una mujer maravillosa, íntegra, fuerte y con un
cariño enorme por la vida. Me entristeció cuando conocí su enfermedad y creo
que debo homenajearla como es debido…
Maca me interrumpe.
-
Espera, espera. ¿Después de cinco años de su muerte me estás diciendo qué
debemos homenajearla? No seas hipócrita Marcos, la abandonaste cuando estaba
embarazada de mí porque no estabas preparado para ser padre. Tú carrera estaba
despegando y no pretendías perder la oportunidad que te habían ofrecido.
< – Niega
con la cabeza - Pero no sabes lo hermosa
y estupenda que era, decidiste no hacerlo. Elegiste llenarte de aplausos huecos
que compartir la vida con alguien que te amaba de verdad.
<
-
Pero Maca, ya he…
-
¡No! No quiero escucharte decir cosas que no sientes. Puedes engañar a la
mayoría de tus palmeros con palabras falsas que sólo van destinadas a
engordarte el ego cada día más. ¡Nunca has estado cuando eras necesario! Ahora
no pretendas estar para mí cuando he aprendido a vivir sin necesidad de
tenerte. Eso es algo que me has enseñado bien.
A ninguna otra persona le permitía
hablarme así. Cualquiera que se hubiera atrevido a entonar esas palabras contra
mí tendría un gran enfado por mi parte y, con seguridad, un estigma que le
acompañaría de por vida. Lo más probable es que no trabajaría en nada
importante en su vida, mis contactos se extendían más allá de lo artístico y
controlar parte de la política te convierte en peligroso. Pero Maca rompía
todos esos esquemas de poder para dejarme indefenso ante la verdad sin tener
derecho a réplica.
-
No pretendo llenar el vacío que te he causado. Sólo quiero recuperar el tiempo
que no he aprovechado contigo. Con el paso de los años te das cuenta que la
felicidad no se encuentra en los éxitos sino en poder compartirlos. Me gustaría
vivir mis últimos años contigo y que algún día puedas perdonarme. - Exponerme de aquella manera me mostraba frágil, ya no era el
joven impetuoso que una vez fui, ahora era un viejo caduco que necesita de
constante aprobación porque el miedo estaba dibujado en mi frente, comenzaba a
tenerlo por todo.
-
Es demasiado tarde Marcos. Un día decidiste apartarme de tu vida, ya han pasado
casi cuarenta años y el tiempo cerró las heridas pero no puedo olvidar.
<
Maca agarra la taza y bebe de un trago el
té.
- Hija,
hay que tomarlo poco a poco - le interrumpo.
- ¡Joder
Marcos!, esto sabe a cenicero - una mueca de asco invade su cara.
-
Es té ahumado.
- ¡Pues
menuda basura!
-
Lo siento hija, por todo - me sincero a Maca.
-
Lástima que te hayas dado cuenta tan tarde - Se
levanta de la silla - Gracias por el té.
-
¡Espera! – Del bolsillo de mi chaqueta saco un
sobre y se lo entrego – Tú madre quería
que te lo entregara hoy.
Lo toma con cuidado y observa su frontal - Gracias, Marcos - Una lágrima cae por su
mejilla - Adiós.
- Adiós
hija.
<<>>
¿Qué
había sido aquel despropósito? No entiendo como Marcos había montado aquel
circo con la intención de recordar a mi madre, cuando no se había interesado
por ella jamás.
¿Qué le perdonara? Yo no tenía nada que
perdonarle. Él había elegido su vida mucho antes que yo naciera y ahora pretendía
borrar todo aquello como si nada hubiera existido.
Después de una vida de éxitos viene la
decadencia, todo ese castillo de naipes que había construido se empezaba a
derrumbar y es cuando llegan los remordimientos, cuando sabe que va a morir
solo.
La carta aún está en mis manos, en ella
pone un escueto “Para Maca”, sin duda es la letra de mi madre. Me detengo junto
a una parada de autobús solitaria y tomo asiento en aquella marquesina.
Abro el sobre, comienza a romperse en forma de zigzag mientras emite un sonido
característico. Saco los folios que alberga y una carta escrita a mano se deja
ver después de años de espera.
Querida
Maca:
Soy
yo, tu madre. Te preguntarás ¿por qué después de cinco años vuelvo? Sencillo.
Quería empezar a ser un recuerdo cuando esta carta volviera a ti.
En
estos años de ausencia seguro que has hecho grandes cosas, pero también habrás
sufrido grandes decepciones. No te preocupes, al final todo se resuelve si
tienes el ímpetu y la fuerza de solucionarlos.
Yo
estaré bien, después de dejar este mundo seguiré un camino desconocido y por lo
tanto una nueva etapa para mí. Sabes que siempre me gustaron los retos.
Aunque
el motivo de esta carta es hacerte abrir los ojos, intentar de alguna manera
que dejes atrás el rencor para poder perdonarte a ti misma cuando llegue el
momento de hacerlo.
Tenemos
nuestras cuentas pendientes que el orgullo nos obliga a dejar de lado y en toda
esa mezcolanza de sentimientos se encuentra tu padre, Marcos.
Él
eligió un camino equivocado, no olvido su egoísmo. Pero todos tenemos derecho a
una segunda oportunidad en la vida. Él también necesita dejar este mundo
sabiendo que alguien estrechará su mano cuando decida marcharse. Quien deba
juzgarlo no depende de nosotras, seguro que bastante sufrimiento tendrá al
conocer la mentira que ha decidido vivir.
Marcos
fue el amor de mi vida durante muchos años y su decisión fue tomada con
sufrimiento. No intento justificar su mal hacer, pero sí me veo en la
obligación de cerrar esa etapa contigo y recuperar el amor que perdió: el de su
hija.
Más
vale tarde que nunca. Rescatar todos los años perdidos será imposible pero
será posible vivir los que preceden como padre e hija.
No
cedas al odio y el rencor. Nunca traen nada bueno.
Te
quiero.
Marina
¿Cuándo había empezado a llorar? Mis ojos
eran un mar que manaba inquieto sin pretensión de acabar. Cuanto te echaba de
menos, no sabías cuanto.
-
Gracias mamá.
<<>>
A
veces merecemos la injusticia porque en nuestro oficio de la vida no hemos
encontrado las armas correctas para desarrollar de manera satisfactoria la
cordialidad, el cariño, el afecto… el amor. Nuestro aprendizaje es constante,
aún en nuestra última etapa podemos sorprendernos y recibir lecciones de
personas que, en principio, han vivido menos.
Cuantos errores he cometido, demasiados.
¡Ding-Dong!
¿Quién llamará ahora? Vuelvo a tomar el
largo pasillo hasta la entrada. Abro la puerta y en el zaguán se encuentra
Maca.
- Ho…
Hola Maca.
-
¿Puedo entrar?
-
Por supuesto, entra. ¿Quieres tomar algo?
-
Cualquier cosa, menos el té de colilla ese -
sonríe de nuevo. Quizá no esté todo perdido.
-
¿Un té Tieguanyin?
-
Papá, con un refresco me vale.
-
Bien... Gracias por volver Maca.
® Juanjo
Reinoso. 2018.
¡Buen relato! Me encantó el desarrollo.
ResponderEliminarMuchas Gracias Danilo.
EliminarSon series David... hay que esperar a la siguiente ;)
ResponderEliminarBuen trabajo, palpable y a flor de piel como siempre.
ResponderEliminarLa única forma de saber si el perdón es posible, es intentarlo. Y tenga uno más o menos culpa, el mayor error está en dejarse contagiar por la falta de humanidad en el ambiente. Que siempre favorece fríamente la distancia personal y las rupturas, sobre todo en una sociedad radicalmente capitalista, no capitalista a secas.
Y ello independientemente de los errores que cometa uno y de lo que haga luego para intentar subsanarlos. Si tu padre anciano es un problema, lo primero (y casi único) que te dicen es “mételo a un asilo”. Si tu pareja te hace sufrir de alguna forma, y aunque no llegue al maltrato, lo primero que te dicen es “déjala, busca otra”, Etc.
En tiempos primitivos la valentía consistía en enfrentarse a una fiera para comer su carne. En la actualidad el verdadero heroísmo estriba en no dejar de ser humano del todo. Y seguimos siendo igual de cavernícolas, pero con un Smartphone en vez de una lanza, eso sí.
Gracias Bonifacio por comentar otra entrada más y dar tu opinión de los temas quién trato, desde una perspectiva muy clara y hacían una dirección muy marcada.
EliminarMe gusta oir cada semanas tus opiniones al respecto. Un saludo.