Para
Rooks el miedo siempre había sido algo psicológico. Podías vencerlo si pensabas
lo suficiente en dominar tus debilidades y al final, después de mucho
autoconocimiento, lograbas inhibir los sentimientos que iniciaban cualquier
terror.
Eso le habían enseñado en los
años de reclutamiento, a ocultar bajo un velo de oscuridad todo aquello que era
susceptible de crear temor, horror, locura. Pero no le habían iniciado en la
manifestación de aquellos miedos, la corporeidad de los terrores era una
lección que había saltado sin la necesidad futura de poderla enfrentar, y allí
se encontraba, clara como el agua destilada de los condensadores de atmosfera.
Rooks se encontraba ante el
terror más perturbador de su infancia, el señor del sombrero.
-- Te esperé durante tantos años;
acurrucado en los temores más oscuros de tu conciencia, acompañado por
infinidad de terrores nocturnos que me dejaban en una situación débil.
Permanecí en el rincón de tu habitación, en aquella esquina donde nunca llegaba
la luz en la tranquilidad de tus sueños, aguardé hasta que los otros temores se
hicieran cada vez más pequeños hasta desaparecer y sólo prevalecer yo, como
único terror para poder manifestarme como realidad.
El señor del sombrero mostraba
unas fauces terribles donde los dientes se alternaban afilados sin ningún tipo
de orden. Un rostro plano y oscuro se resaltaba por dos pequeños puntos
brillantes que actuaban como ojos, no se distinguía ningún rasgo humano en
aquellas facciones terribles.
-- ¿Qué haces aquí? -- el
semblante de Rooks era la manifestación de la incertidumbre más macabra que las
expresiones humanas pudieran mostrar.
-- ¿Crees que todo esto es
casualidad? El tiempo es una delgada línea que corre a través de los deseos
moldeables de la luz y la oscuridad. Para mí fue ayer cuando abandoné tu
habitación en la Base Colonial pero para ti ha pasado mucho tiempo. No eres
nada comparado con los designios que han sido escritos para ti. Yo soy tu
penitencia manifestada a través del tiempo, el castigo que te ha sido otorgado
por querer tocar el paraíso sin ser merecedor de tal privilegio.
-- ¡Yo no quise hacerlo! Me
obligabas metiéndote en mi cabeza.
-- ¿Quizá importa si querías o no
hacerlo? Tuviste la capacidad para negarme, tantas veces como asesinatos
cometiste. Eras un niño pero eso no te eximía de los terrores que habías creado
en los rostros de aquellos que descuartizaste mientras sonreías. Así nací yo.
-- Ya acepté mi culpa, ¿crees que
no me he arrepentido durante años de mi locura? Pero me dieron una oportunidad
de mejorar y poder ser útil. No dejo de lamentarme por todo lo que hice pero
necesitamos perdonarnos a nosotros mismos y seguir adelante.
-- ¿Quizá has pedido perdón a
todos aquellos que decidiste borrar de la existencia?
-- Cumplí mi castigo.
-- No Rooks, es ahora cuando lo
cumplirás.
En
su mano derecha Rooks agarraba una palanca de emergencia manchada de sangre. El
traje de atmosfera había desaparecido y estaba en la zona de carga de la
NE-111. A sus pies, el comandante Luccio permanecía inmóvil con una gran brecha
en la cabeza que dejaba ver el cerebro, estaba muerto.
Pudo ver a su alrededor que
Santos, partido en dos, yacía junto a los cambiadores seguido de un rastro de
sangre que procedía de los pasillos de la NC-1099 ahora en tinieblas.
Andrea estaba amarrada junto a la
puerta de acceso de la nave y permanecía inconsciente.
UN MINUTO PARA LA FISIÓN DEL
NÚCLEO.
La inteligencia artificial de la
NE-111 comenzaba la cuenta atrás antes de la destrucción de la nave.
Rooks cerró las puertas de la
exclusa y activó el propulsor de emergencia, quedándose en la NC-1099. Un
chasquido metálico accionó los motores auxiliares de la exclusa separando a la
NE-111 a gran velocidad hasta quedar reducida a un punto en la inmensidad del
espacio.
Una gran explosión se manifestó
con alta luminosidad proyectándose a través de las escotillas de la NC-1099.
Rooks pudo observar como todos aquellos rostros que había masacrado se
revelaban ante él como un ejército de tinieblas, con miradas oscuras como
agujeros negros y cuerpos blancos.
Ahora comprendía lo que ocurría
bajo la carcasa metálica de aquella nave que había viajado por zonas prohibidas
hasta volver siendo una manifestación de la oscuridad. Sólo necesitaba alimentarse de
aquello que había sido tan antiguo como la misma humanidad: El mal.
-- Rooks, al final te
encontramos.
-- ¿Qué queréis?
-- Ahora alimentarás este
infierno.
Los gritos de Rooks no podían ser
socorridos, estaba solo, entre la oscuridad y el miedo. Sólo podía experimentar
el dolor al ser despedazado por un millar de objetos cortantes que atravesaban
su piel.
Sufrimiento y dolor.
Sufrimiento y dolor.
Sufrimiento y dolor.
®Juanjo Reinoso
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