Musa de la tragedia. Melpémone. Museo del Louvre. |
Los tiempos avanzan, como transcurren los milenios
a través de las historias de infinidad de almas. Algunas portadoras de la
mitificación y la eternidad frente a otras, la mayoría, que transcurren
silenciosas siendo el motor que acciona las leyendas.
Esta página nace con el propósito de contar mi
realidad, la forma de desmembrar las opiniones que me merece la pena contar: Mi
visión del mundo.
Una forma de hacer eterno un pensamiento escondido
en estos códigos que llamamos escritura y que muchos antes que yo, y con toda
seguridad después utilizaran para conocer la diversidad enfrentada a la
rectitud de la historia contada por la institución. Para evidenciar que las opiniones
fueron, son y serán diversas.
Me considero un peón que visiona el mundo desde la
pequeñez que le ha tocado vivir. Disfruto cada instante que me otorgan mis minúsculas
victorias y me entristecen los fracasos que día sí y día no, enfrento con la solidez
de un saco de boxeo.
Me enorgullezco, ¿por qué no decirlo?, de la
escarpada escalera que me ha tocado remontar y que con mucho esfuerzo expugno
con justicia.
Mis orígenes humildes son mi bandera y mi trabajo
lo más parecido a mi patria. Que cada uno tome sus conclusiones, yo hace tiempo
tomé las mías.
Pero hablaré del concepto de cultura. Para mí, la
divinidad que define a un pueblo.
Expondré las concepciones partidistas que la
acorralan tentados por el todopoderoso capital, que vende su creatividad para
convertirla en mamacharrería.
La cultura es un ente puro, fácilmente corruptible,
delicado e influenciable. El poder la ama por su propagandística y la odia por
su descaro; crear una cultura a medida es el eterno interés del mandatario.
Vivimos tiempos difíciles, donde el “amo” moldea
las decisiones del “ganado”. El señor sin tacha, envenenador de la palabra y amigo
de la mentira conduce su discurso de supervivencia convenciendo a la mayoría
que la importancia está en aquello que él considera oportuno; bajo la extorsión
y la prevaricación.
En definitiva, intenta anular la fuerza del pueblo
para manejar sus cuerpos como títeres de hilo y su red de segregación de la
cultura no es actual, comenzó tiempo atrás: En mi época cuando era un tierno
infante y en la historia es inmemorial.
Volvamos a la actualidad, seré concreto y preciso en mi opinión. Porque no existe
testimonio más veraz que el contado desde la propia experiencia, sin
intermediarios.
¿Todo vale? Pregunta que me hace dirimir mis
conceptos, reubicar mis preferencias y poner en conflicto mi visión de la
estética.
¡No! No todo vale; conclusión a la que llego
después de un análisis exhaustivo de semejantes deyecciones.
Y entonces comprendo. Entiendo y escruto el camino
emprendido por el poder.
Tan sencillo como su discurso tósigo.
Derrumbar la cultura desde la propia cultura,
encabezada por artistas de palo que versan odas a la memez y a la estética más
rancia.
Alejar al pueblo del entedimiento y hacer cada vez
más inaccesible lo que pertenece a todos. Crear incultura para tener la excusa
del recorte e instaurar una cota alrededor de cuatro imbéciles con más ego que
cabeza. Fácilmente sustituibles; productos con obsolencia programada.
Un claro ejemplo de nuestra sociedad consumista.
Crear ese “artista fast” que lo único bueno que expone
son sus Gucci, Louis Vuitton o Tag Heuer, les permite inculturizar aún más al
pueblo. Empezando por la no-educación en las escuelas hasta considerarlos
estúpidos por no entender la cultura de garabato en el lienzo o el actor que
dice mamarrachadas.
- ¡Oh! El trazo desgarrado en color ocre sobre ese
lienzo blanco demuestra la insatisfacción del autor al exponer con contundencia
la desaprobación a un sistema piramidal creado por la maquinaria consumista del
poder establecido, del que Trump es el máximo exponente demonizador – Dice el
crítico de arte en su columna, de un artista X.
Un cuadro que asciende a la cifra de 50.000 euros y
está pintado con el pene. ¿Qué diría Marcel Duchamp a tanta genialidad fálica en
ese garabato descendente?
Pero claro, es transgresor, está pintado con el
pene. Mucho mejor que hacerlo con un pincel de pelo de marta natural, y más
barato. Más beneficio para el autor.
- Vi el horizonte esconder su intenciones,
igual que
escondo los donuts de mi hermano
cuando viene de una tarde de borrachera…
– recita la perfopoeta en su exposición en un bar hípster
del centro de Madrid, de nombre impronunciable y de pelos de barba nadando en
los gyns tonic demasiado especiados.
¡Que sopor!
Prefiero estar en casa viendo como maúllan mis
gatos, es más educativo.
Y para cerrar esta entrada sólo me cabe decir.
- Manolo, cómeme el coño – by Nuria Delgada.
Decidid vosotros. Es algo que nunca os podrán
quitar… el pensamiento libre.
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