TIERRA DE NADIE
INTROITO
SNVI
Lilith, por obra del destino vino a
convertirse en la primera mujer: esposa de Adán antes que Eva.
SNSVI
Formados por la tierra primigenia. Dios creó
al hombre, a su imagen y semejanza: varón y mujer.
SMNGLOF
Pero aunque esto los convertía en iguales,
Adán nunca estuvo satisfecho con la situación y
exigía un estatus de subordinación.
LILITH
¿Por qué he de acostarme debajo? Yo
también fui hecha de la misma tierra, y por lo tanto soy tu igual.
SNVI
Los
lamentos de Lilith no fueron escuchados y decidió pronunciar lo impronunciable.
SNVI, SNSVI,
SMGLOF
El nombre completo de Dios.
SNSVI
Huyó del Edén convirtiéndose en un demonio
nocturno.
SNVI
A
orillas del mar Rojo se entregó a la lujuria.
SMNGLOF
Dando origen a los Lilim.
SNVI
En las extensas praderas donde los gatos
salvajes se unieron a las hienas y los sátiros tocan el Aulós; allí es donde
reposa Lilith.
SNSVI
Confunde a los ángeles destructores, los
espíritus bastardos, los demonios y todos aquellos que golpean de manera súbita
para desviar su entendimiento y desolar sus corazones.
SMNGLOF
Mientras
el cielo aún decide su castigo.
SNVI, SNSVI,
SMGLOF
Nosotros somos los encargados de traerla de
vuelta.
En
escena dos sillas a izquierda y derecha.
La silla de la derecha está cubierta con una
tela blanca invadiendo casi todo a su alrededor, se extiende en las alturas
hasta crear un vano a varios metros por detrás, otorgando una verticalidad que
lo asemeja a las catedrales góticas.
La silla de la izquierda se cubre con una tela
granate intensa, desgastada y raída. A diferencia de la blanca esta no se alza
en las alturas y crea un pasillo a ras de suelo que se extiende un par de
metros por detrás.
En
el centro un montículo de tierra que media entre la silla de la izquierda y la
de la derecha.
Por
la entrada de la izquierda, la marcada por la tela granate, aparece una mujer
de mediana edad, alta, delgada, pelirroja y de piel blanquecina. Lleva un
camisón gris que le cubre hasta las rodillas y deja los brazos al descubierto.
Se
sitúa encima del montículo de tierra y parece experimentar una sensación de
placer.
LILITH
Recuerdo
las praderas verdes donde solías llevarme cuando éramos jóvenes. No he vuelto a
ver tierras tan puras como las de aquellos prados. (Juguetea con la tierra llevándola de una mano a otra).
Me repetías que yo sería la única, lo
repetiste tantas veces que acabé creyendo que las tormentas que empezaban a
estallar eran simples temores infundados por los que no debía preocuparme. (Pausa y sonríe) Fueron años bonitos.
(Se
sienta sobre la tierra y comienza a cubrirse con ella) Nunca supiste que
es la pureza. Algo tan bello como la tierra nunca debía ser contaminado, existe
para dar vida y tú sólo pretendías infectarla con la injuria y el poder.
La tierra ofrece el sustento, la parte
vital para comenzar el ciclo. Tenías que cuidarla, amarla y respetarla, ¿y qué
hiciste? Someterla con la palabra, aplastarla con la petulancia, fecundarla con
la podredumbre… Fuiste un miserable. (Restriega
la tierra por sus pechos y por su cara) Yo te quería.
Pero nunca te culpé.
Te quise por lo que eras, porque nuestra verdad era distinta: se componía de
soledad, resignación, aceptación y (pausa) ahí estabas, día… noche…
esperándome… con la mano extendida, sin esperar nada a cambio (se sienta sobre la silla cubierta de tela
blanca). Nunca podría culparte. (Acaricia
la tela en un movimiento lento y suave) Pero lo hice.
Se
levanta de un salto de la silla y comienza a limpiar todo su cuerpo con las
manos.
¡Lo hice! Porque aunque
pareciera un cuento de hadas tú nunca quisiste comprender, ¡Nunca! Pensabas que
todo giraba alrededor tuyo, que eras merecedor de la sumisión y sin embargo,
yo… ¿yo? era un desecho impuro, indigno, vacuo. Que equivocado estuviste, que
ceguera… ¿qué ceguera te hacía creer que estabas por encima de mí?
(Agarra la silla cubierta con
la tela granate y coloca su pierna en el asiento) Nunca te gusté, porque era demasiado atrevida
para ti… te creaba demasiados problemas y sólo querías estar tranquilo en tu
trono.
El vano
que funciona como puerta de la derecha se ilumina de repente, dándole un
aspecto divino, angelical. Lilith se percata y corre hacia el montón de tierra.
¿Por qué me llamas? ¿No tuviste suficiente
con desterrarme al olvido? Parece que no recuerdas el dolor y el sufrimiento
que me hiciste pasar. Me condenaste a una muerte segura… pero sobreviví. Creías
que el abandono me haría volver, pero encontré el amor en brazos de otros
hombres. Ellos no me pedían nada a cambio, sólo ser yo… y me querían por ello.
Viví y disfruté con tantos como pude,
fecundando este cuerpo renegado del cariño que tú nunca supiste dar y no me
arrepiento, lo volvería a hacer miles de veces.
Pero me sigues
llamando, como la cría de ballena reclama a la madre en las profundidades del mar,
esperando la respuesta en la inmensidad sin saber si ha sido abandonada o es un
juego macabro de supervivencia.
Yo te quise (acaricia la tela blanca de la silla recostándose
a los pies) Recuerdo tu cuerpo cálido abrazarme, me hacías sentir
protegida. Me gustaba como coqueteaban tus dedos con los rizos de mi pelo y
creerme mujer; con halagos, besos … todo podía haber sido perfecto.
Cuando
Lilith se percata que está siendo invadida por la tela blanca se deshace de
ella con rapidez arrastrándose por el suelo hasta salir de su alcance.
¿Perfecto? Nunca lo fue. No hay perfección en la imposición y
fuiste el mayor inquisidor que juzgó mis debilidades, sabiendo que nací con
ellas… es miserable aprovechar las carencias para imponer una dictadura.
(Abraza la tela granate)
Estoy repleta de odio y mi única cura es olvidarte, pero no puedo. Te
aseguraste bien de marcarme a fuego e intentar destruirme por dentro para ser
la perfecta compañía. ¡Te odio! ¿Qué me hiciste? (Llora)
De nuevo
otra luz marca, desde otro ángulo, la entrada blanca que ahora luce más briosa
y pura. Lilith la ve, se levanta lentamente y va hacia ella, deteniéndose
cuando sus pies se topan con la tierra.
Querías que fuera algo que desconozco. No
nací para ser una sombra de mí misma, llegué a este mundo para presenciar el
universo con tu misma mirada, a la misma altura y con los mismos deseos. No soy
menos, nunca lo fui.
Creíste que tu fuerza te posicionaba en un
pódium y que el derecho a la réplica era una cualidad exclusiva de tu
narcisismo, pero estas manos tienen cinco dedos como las tuyas, estos pies y mi
rostro… no somos diferentes.
La belleza se
encuentra en aquellos hechos que concluimos designar como el acto más puro…
para algunos puede ser la mayor fealdad que el mundo destina, para otros, la
manifestación más corpórea de un milagro.
(Lilith se sitúa detrás de la silla de tela blanca y agarra
con firmeza el respaldar) Tú fuiste mi milagro, esculpido con las manos divinas que dieron vida al
universo. Nadie cuestionó tu supremacía, por ello creíste que no existía nada
que estuviera por encima y te equivocaste… (pausa)
Te equivocaste.
Sale de
la zona de tela blanca, esta vez más decidida y sin esfuerzo. Anda con lentitud
pasando la tierra y topándose con la tela granate. Se reviste con ella
ocultando todo su cuerpo menos la cabeza y se sienta en la silla de la
izquierda.
El odio me alimenta. De él me valgo para seguir cada día con la
esperanza de verte desaparecer, a ti y a los tuyos. Borrar de la faz de la
tierra todo recuerdo de tú existencia, dejar los prados libres de tu
pestilencia y fecundidad. Desprenderme de este lodo cancerígeno que nos une y …
descansar.
Empezar a vivir sin el miedo a ser reclamada como el trofeo más
digno de una cacería. Nunca comprenderás como me hiciste sentir.
Una
última luz enfoca la puerta divina, esta vez el haz recalca el pasillo, dejando
lo demás a oscuras. Lilith sigue envuelta en la tela granate, se desprende de
ella y alza la mano intentando alcanzar la entrada iluminada, aunque está
anclada en su posición.
Me gustaban aquellas praderas verdes donde me
llevabas cuando eramos jóvenes. (Recoge
un puñado de tierra y lo deja caer simulando un reloj de arena) Nunca volveré a ver tierras tan puras como
las de aquellos prados.
Lilith
comienza un camino hacía la entrada de la izquierda, cuando está justo en el
vano se vuelve para observar por última vez la puerta iluminada.
Yo te quise.
Sale por
el vano de la izquierda.
Juanjo Reinoso